Vincent van Gogh provenía de una familia en donde su padre era un pastor protestante. Esta situación influyó mucho en la vida del artista neerlandés, porque descubrió en las iglesias que la decoración no era necesaria si podía hallarse la esencia de un ser superior a través de la metáfora.
Esto se puede ver en una de las más importantes obras neerlandesas del siglo XVII, que es “Interior de la catedral de san Bavón en Haarlem”, pintada por Pieter Jansz. La investigadora Saskia Beranek en su artículo “Iconoclasia en los Países Bajos del siglo XVI” menciona que “en las pinturas del siglo XVII, el artista holandés Pieter Jansz, muestra que en el interior de las iglesias calvinistas aparecen vacías, con espacios estériles y muros blancos, ventanas transparentes y una notable falta de decoración”.
Al respecto Ingo Walther y Rainer Metzger mencionan que el calvinismo holandés prohibió algunas iconografías religiosas, porque las personas se podían distraer de las formas de la belleza humana y deseaban evitarla a toda costa. De esta manera, las representaciones religiosas eran una ausencia que, a su vez, funcionaban como un símbolo para venerar o recordar lo divino.
En este contexto, Vincent van Gogh fue desarrollando sus creencias hasta volverse en una persona sumamente devota. Durante su juventud estudió la Biblia y leyó “La imitación de Cristo”, de Tomás Kempis. Quiso estudiar teología, pero fue rechazado por no saber latín ni griego. Asimismo, fue misionero en Bélgica, en la región de Mons, lugar donde entregaba lo que podía a los pobres y, posteriormente, fue transferido a Cuesmes donde padeció grandes dificultades económicas, pero le permitió conocer a los más desfavorecidos, como los carboneros y tejedores.
Es durante dicha etapa de su vida, que decide dedicarse por completo a la pintura. Y su hermano Theo continuó apoyándolo económicamente.
Con el paso del tiempo, Vincent van Gogh empezó a estudiar con Fernand Cormon, pero no se sintió atraído por el estudio académico de la pintura y decidió retomar sus preocupaciones teóricas por el color.
En esa misma época, se mudó con su hermano a Montmartre, un lugar lleno de historia en donde se concentraban los artistas bohemios.
En 1886, van Gogh conoce a una de las personas más importantes de su vida: Paul Gauguin. El pintor había regresado de la Bretaña francesa y su galerista, que en ese momento era Theo van Gogh, decidió presentarle a su hermano, un tal Vincent van Gogh.
Durante esos días, Vincent platicaba y adulaba a Paul Gauguin. De igual manera, formaron un grupo llamado Pintores del pequeño Boulevard, que se oponía al famoso grupo Pintores del Gran Boulevard, que estaba formado por los famosos impresionistas: Degas, Monet, Pissarro y Sisley.
Esta amistad continuó por un tiempo, porque Gauguin emprende su viaje a Martinica y Panamá, mientras el pintor neerlandés continúa viviendo con su hermano, pero tras su difícil temperamento, Vincent decide abandonar París y refugiarse en el sur de Francia, principalmente, Arlés.
En dicho lugar, Vincent renta una casa y la convierte en un proyecto un tanto utópico, un proyecto llamado Atelier du Midi, que era un taller en la Casa Amarilla en el que se buscaba que diversos pintores trabajaran exclusivamente para crear arte, alejándose un poco de las distracciones bohemias y convirtiéndose en una especie de comunidad monástica. No obstante, los bohemios parisinos rechazaron la idea.
El único que aceptó la propuesta fue Paul Gauguin y no porque le inspirara el proyecto de van Gogh, sino porque el pintor estaba en grandes problemas económicos y Theo van Gogh le ofreció pagar sus deudas con tal de hospedarse en la Casa Amarilla, en Arlés. Después de un tiempo, Gauguin aceptó y viajó al sur de Francia.
La relación entre van Gogh y Gauguin fue bastante bien por un tiempo. No obstante, Vincent se dio cuenta que su labor como artista no era reconocida y comenzaron las dificultades. Así, durante diciembre, la relación entre los pintores se convierte cada vez más difícil y, una noche, Gauguin decide salir a dar un paseo. El estado mental de Vincent había empeorado, por lo que decide seguir a su compañero. En su caminata, Paul se percata de la presencia del pintor neerlandés y también de una navaja. Gauguin intenta calmar a Vincent, pero él huye y se pierde en el camino.
En esa misma noche, van Gogh corta un pedazo de su oreja, la guarda en un pañuelo y se la regala a Rachel, a una trabajadora de un burdel que frecuentaba. Después regresó a la Casa Amarilla.
Tras el incidente, Gauguin se marcha de Arlés y, Vincent decide pintar la famosa “Silla con pipa” y “Silla de Gauguin” como un acto de melancolía y culpa, esperando a que su amigo retorne a su proyecto, pero esto jamás sucede.
Lo que llama la atención es que Vincent van Gogh no coloca una imagen directa de Gauguin o de él mismo en las sillas, sino que los muebles son una representación y un símbolo de las personas, tal como sucedía con el arte calvinista del siglo XVII, en donde el vacío explicaba el todo.
De esta manera, la espera no es más que la representación del vacío que existen en las sillas.