Margaret Thatcher una vez se
refirió a Francis Bacon como “el artista que pinta esos cuadros tan horribles”
y esto se debe a que las obras de Bacon muestran lo más intenso y provocativo
de la existencia humana, generando una gran impresión a los espectadores que
admiran su trabajo en los museos o en las colecciones privadas.
Por ejemplo, con su tríptico “Tres
estudios para figuras en la base de una crucifixión” muestra un ejercicio de
cómo el humano se encuentra deformado por todas las circunstancias sociales y
políticas de una época, principalmente, por la Segunda Guerra Mundial, pues la
obra fue realizada en 1944.
Sin embargo, este tríptico lo
continuó trabajando el pintor irlandés y, en 1962, apareció una de las obras
expresionistas más impactantes de la pintura del siglo XX: “Tres estudios para
una crucifixión”. El museo Guggenheim de Bilbao explica la obra usando las
siguientes palabras: “En esta obra Bacon trata el tema religioso como una
metáfora del sufrimiento humano, representando la figura crucificada como un
cadáver descuartizado”.
Regresando a las palabras de
Margaret Thatcher diciendo que Francis Bacon pintaba “cuadros tan horribles”,
se olvida frecuentemente la respuesta del pintor irlandés, pues le dijo que sus
obras no eran horribles, sino que lo horrible era “el mundo que los políticos
habían creado”.
La crítica social y política que
ofrece Bacon en sus cuadros se debe a sus grandes influencias artísticas. En
primer lugar, se encuentra Nicolas Poussin, quien creó el cuadro “La masacre de
los inocentes” en donde se muestra una escena bastante violenta en la que se
presenta el dolor de una madre ante la muerte de su hijo. Incluso Bacon una vez
dijo que el cuadro de Poussin es “el mejor grito jamás pintado”. En segundo
lugar, se encuentra el trabajo de Edvard Munch, pues con El friso de la vida le
otorgó diversos temas para reflexionar a Bacon, principalmente la sección Miedo
a la vida, que muestra cuadros como El grito, Gólgota y Tarde en la puerta de
Karl Johans. En tercer lugar, se puede hablar del trabajo de Vincent van Gogh,
el pintor irlandés admiraba tanto al artista neerlandés que le dedicó un
trabajo titulado La secuencia de van Gogh. Es decir, dedicó una serie de
cuadros basada en la obra del pintor neerlandés, principalmente, en la obra El
pintor de camino a Tarascón. En este cuadro se observa un panorama feliz y
calmado, una contraposición en los temas de Bacon. Sin embargo, como menciona
la MB Art Fundation, Francis Bacon no trabajó un tema romántico sobre van Gogh,
sino que él se sentía identificado con el pintor neerlandés, debido a que
sentía la soledad, el mal entendimiento de su obra y los grandes problemas que
generaba crear arte. Por tal motivo, para Francis Bacon, su gran influencia no
fue directamente Edvard Munch o Nicolás Poussin, sino Vincent van Gogh, un
pintor que deseaba mostrar su forma de percibir la vida aunque existiera un
mundo caótico.