Un poema de Emily Brontë: “El filósofo” | MÁS LITERATURA

 

Poesía de Emily Bronte


EL FILÓSOFO

 

«¡Ya basta de pensamientos, filósofo!

¡Demasiado has estado soñando

a oscuras en este triste aposento

mientras brilla el sol del verano!

Alma que barre el espacio, ¿con qué triste estribillo

culmina una vez más tu cavilar?

 

»“¡Oh, cuándo llegará el tiempo en que dormiré

sin identidad, y ya no me preocupará cómo moja la lluvia

o cómo la nieve me cubre!

¡Ningún paraíso prometido estos deseos salvajes

satisfará por completo, o a medias tan siquiera;

ningún infierno aborrecido con sus fuegos incesantes

doblegará esta incesante voluntad!”»

 

«Así dije, y aún digo lo mismo;

y aún, hasta mi muerte, lo diré:

tres dioses, dentro de este pequeño envoltorio,

guerrean noche y día;

el cielo no podría contenerlos a todos, y sin embargo

están todos contenidos en mí;

y míos han de ser hasta que me olvide

de mi entidad actual.

¡Oh, cuándo llegará el tiempo en que en mi pecho

sus luchas cesarán!

¡Oh, cuándo llegará el día en que descanse

y ya no sufra más!»

 

«Vi a un espíritu, hombre, de pie

donde estabas tú hace una hora

y alrededor de sus pies tres ríos corrían

de igual profundidad e igual caudal:

una corriente de oro, y una como de sangre

y una que parecía ser de zafiro;

pero, donde sus triples aguas se juntaban,

sobre un mar de tinta se precipitaban.

El espíritu lanzó una cegadora mirada

sobre la sombría noche de ese océano

y después, prendiendo todo con súbito resplandor,

la alegre profundidad centelleó amplia y brillante:

blanca como el sol, mucho, mucho más clara

de lo que lo eran sus fuentes divididas.»

 

«En busca de ese espíritu, adivino,

me he pasado la vida observando y acechando;

le busqué en el cielo, en el infierno, en la tierra y en el aire:

una búsqueda sin fin y que siempre se frustraba.

Pero si hubiese visto su mirada resplandeciente

iluminar por una vez las nubes que me extravían,

nunca habría gritado ese anhelo cobarde

por dejar de pensar y dejar de existir;

nunca habría llamado bendición al olvido

ni, estirando las manos ansiosas hacia la muerte,

imploraría cambiar por descanso insensible

esta alma sintiente, este aliento viviente.

Oh, déjame morir: este poder y voluntad

podrán acabar su cruel conflicto

y el bien vencido y el daño vencedor

reposar confundidos en uno solo.»

 

EMILY BRONTË


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