LA EXTRANJERA
A Francis de
Miomandre
«Habla con dejo de sus mares
bárbaros,
con no sé qué algas y no sé qué
arenas;
reza oración a dios sin bulto y
peso,
envejecida como si muriera.
En huerto nuestro que nos hizo
extraño,
ha puesto cactus y zarpadas
hierbas.
Alienta del resuello del desierto
y ha amado con pasión de que
blanquea,
que nunca cuenta y que si nos
contase
sería como el mapa de otra
estrella.
Vivirá entre nosotros ochenta
años,
pero siempre será como si llega,
hablando lengua que jadea y gime
y que le entienden solo
bestezuelas.
Y va a morirse en medio de
nosotros,
en una noche en la que más
padezca,
con solo su destino por almohada,
de una muerte callada y extranjera».
GABRIELA MISTRAL