DESPEDIDA
Ahora son los adioses
que por un golpe de viento
se allegan o parten;
así son todas las dichas.
Si Dios quiere vuelvo un día
de nuevo la cara,
y no regreso si los rostros
que busco me faltan.
Así somos como son
cimbreando las palmas:
apenas las junta el gozo
y ya se separan.
Gracias del pan, de la sal
y de la pitahaya,
del lecho que olía a mentas
y la noche «hablada».
La garganta más no dice
por acuchillada;
no ven la puerta los ojos
cegados de lágrimas.
GABRIELA MISTRAL