Siempre nos han dicho que Lucifer
fue el ángel más hermoso en la creación de Dios. Sin embargo, qué dice la Biblia.
En Isaías 14:12-21 no se habla específicamente de que Lucifer sea un ángel,
sino sólo un ser que se rebeló contra Dios, porque lamentablemente halló la
maldad y deseaba el trono de Dios. Al ser descubierto, fue derribado:
¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo. Mas tú derribado eres hasta el Seol, a los lados del abismo. Se inclinarán hacia ti los que te vean, te contemplarán, diciendo: ¿Es este aquel varón que hacía temblar la tierra, que trastornaba los reinos; que puso el mundo como un desierto, que asoló sus ciudades, que a sus presos nunca abrió la cárcel? Todos los reyes de las naciones, todos ellos yacen con honra cada uno en su morada; pero tú echado eres de tu sepulcro como vástago abominable, como vestido de muertos pasados a espada, que descendieron al fondo de la sepultura; como cuerpo muerto hollado. No serás contado con ellos en la sepultura; porque tú destruiste tu tierra, mataste a tu pueblo. No será nombrada para siempre la descendencia de los malignos. Preparad sus hijos para el matadero, por la maldad de sus padres; no se levanten, ni posean la tierra, ni llenen de ciudades la faz del mundo.
En Ezequiel 28:14-19 se descubre
que Lucifer no es un ángel, sino un querubín con una altísima belleza:
Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector. Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti. Con la multitud de tus maldades y con la iniquidad de tus contrataciones profanaste tu santuario; yo, pues, saqué fuego de en medio de ti, el cual te consumió, y te puse en ceniza sobre la tierra a los ojos de todos los que te miran. Todos los que te conocieron de entre los pueblos se maravillarán sobre ti; espanto serás, y para siempre dejarás de ser.
No obstante, la belleza que un
querubín posee no es la misma a la de los ángeles que han sido retratados en
diversos cuadros religiosos. De hecho, un querubín, de acuerdo a Ezequiel 10:1-14,
tiene cuatro rostros, alas, pezuñas de toro y adornos de piedras preciosas:
Miré, y he aquí en la expansión que había sobre la cabeza de los querubines como una piedra de zafiro, que parecía como semejanza de un trono que se mostró sobre ellos. Y habló al varón vestido de lino, y le dijo: Entra en medio de las ruedas debajo de los querubines, y llena tus manos de carbones encendidos de entre los querubines, y espárcelos sobre la ciudad. Y entró a vista mía.
Y los querubines estaban a la mano derecha de la casa cuando este varón entró; y la nube llenaba el atrio de adentro. Entonces la gloria de Jehová se elevó de encima del querubín al umbral de la puerta; y la casa fue llena de la nube, y el atrio se llenó del resplandor de la gloria de Jehová. Y el estruendo de las alas de los querubines se oía hasta el atrio de afuera, como la voz del Dios Omnipotente cuando habla.
Aconteció, pues, que al mandar al varón vestido de lino, diciendo: Toma fuego de entre las ruedas, de entre los querubines, él entró y se paró entre las ruedas. Y un querubín extendió su mano de en medio de los querubines al fuego que estaba entre ellos, y tomó de él y lo puso en las manos del que estaba vestido de lino, el cual lo tomó y salió. Y apareció en los querubines la figura de una mano de hombre debajo de sus alas.
Y miré, y he aquí cuatro ruedas junto a los querubines, junto a cada querubín una rueda; y el aspecto de las ruedas era como de crisólito. En cuanto a su apariencia, las cuatro eran de una misma forma, como si estuviera una en medio de otra. Cuando andaban, hacia los cuatro frentes andaban; no se volvían cuando andaban, sino que al lugar adonde se volvía la primera, en pos de ella iban; ni se volvían cuando andaban. Y todo su cuerpo, sus espaldas, sus manos, sus alas y las ruedas estaban llenos de ojos alrededor en sus cuatro ruedas. A las ruedas, oyéndolo yo, se les gritaba: ¡Rueda! Y cada uno tenía cuatro caras. La primera era rostro de querubín; la segunda, de hombre; la tercera, cara de león; la cuarta, cara de águila.
Con estos datos, en la Divina
comedia, Dante Alighieri intentó imitar una imagen de Lucifer más acorde a
la Biblia, donde muestra a un ser gigantesco con tres rostros, con alas
de murciélago y con colmillos afilados:
Si igual de bello fue como ahora es feo, y contra su hacedor alzó los ojos, con razón de él nos viene cualquier luto. ¡Qué asombro tan enorme me produjo cuando vi su cabeza con tres caras! Una delante, que era toda roja: las otras eran dos, a aquella unidas por encima del uno y otro hombro, y uníanse en el sitio de la cresta; entre amarilla y blanca la derecha parecía; y la izquierda era tal los que vienen de allí donde el Nilo discurre. Bajo las tres salía un gran par de alas, tal como convenía a tanto pájaro: velas de barco no vi nunca iguales. No eran plumosas, sino de murciélago su aspecto; y de tal forma aleteaban, que tres vientos de aquello se movían: por éstos congelábase el Cocito; con seis ojos lloraba, y por tres barbas corría el llanto y baba sanguinosa. En cada boca hería con los dientes a un pecador, como una agramadera, tal que a los tres atormentaba a un tiempo.