Cuando se estrenó Metrópolis,
los críticos decidieron catalogar a la cinta como un producto con tintes
americanos por dos razones: la primera tiene que ver con el final que Lang
decidió darle a la película, pues después de mostrar un filme apocalíptico de
las clases sociales, los citadinos decidieron perdonar a quien les hizo tanto
daño, con el pretexto de que un mediador ayudará a solucionar las cosas. Es
decir, un clásico happy end americano. Por otra parte, la arquitectura
utilizada en Metrópolis fue considerada como una representación de New York,
que no se asemejaba en nada a Berlín, una ciudad en proceso de reconstrucción y
estabilidad económica.
Sin embargo, la crítica se fijaba
en aspectos que le importaban poco a Fritz Lang, porque lo que él mostró fue
una de las primeras cintas de ciencia ficción con tintes futuristas, que contaba
una de las historias más importantes de Alemania: la Revolución de 1918, y la
constitución de la República de Weimar.
Es importante recordar que, al
término de la Primera Guerra Mundial, los marinos decidieron levantarse contra
los altos mandos porque no querían enfrentarse contra la Marina Real Británica,
esto generó que algunos grupos de izquierda comenzaran a apoyar la revuelta. Y,
por supuesto, Estados Unidos al ver esta situación, decidió incluir entre sus
peticiones, que Guillermo II abdicara para construir una república.
Entre inestabilidad social y
presión política internacional, Alemania estaba buscando un rumbo, por lo que el
pueblo se polarizó de manera radical: había quienes seguían a la extrema derecha
y quienes estaban a favor de la extrema izquierda. En consecuencia, los motines
y la metafórica quema de brujas comenzó en los círculos políticos. Asimismo,
los altos mandos militares no querían perder el poder, y otros grupos militares
decidieron volverse mercenarios. Alemania estaba en una crisis social, política
y de seguridad nacional.
Todas estas situaciones ocurren
en Metrópolis, la sociedad estaba completamente dividida, los obreros
trabajaban en el subsuelo, mientras los capitalistas vivían en la superficie,
disfrutando de todos los beneficios producidos por los otros. Sin embargo, la
gente estaba harta, quería algo nuevo, buscaba tener voz en todos los aspectos
de su vida, pero nunca se dieron cuenta que un genio maligno les colocaría un
robot que los guiaría hacia la misma destrucción de su ciudad. Esta metáfora es
pertinente, porque antes de proclamar la República de Weimar, se proclamaron
dos repúblicas al mismo tiempo, la primera fue socialdemócrata; la segunda fue socialista.
Es decir, el robot de Lang es la representación de los partidos políticos que
buscaban el poder de un imperio que había caído.
Lamentablemente, entre todo este
desastre, la gente en Berlín, Múnich y otras ciudades en Alemania, decidieron
levantarse en armas, apoyando causas que, en la mayoría de las ocasiones, no
tenían sentido.
No obstante, todo esto terminaría
cuando se constituye la República de Weimar, en 1919 (aunque se le conoce de
ese modo en la historia, la república se proclamó como Imperio Alemán que en su
idioma es Deutsches Reich). En otras palabras, cuando se crea la República, por
fin existe un mediador entrecomillas que es conocido como democracia, porque
después de esta constitución, comenzarían algunos intentos de golpe de Estado y
la hiperinflación.
Por estos motivos, Metrópolis es una de las películas más importantes dentro del arte alemán del siglo XX,
porque muestra el complejo conflicto social, político y económico que atravesó
dicho país cuando se quedó sin emperador y todos los partidos políticos
luchaban por el poder, mientras que la sociedad sólo podía ser entendida como
una masa que seguía al mejor postor.