“La agonía del Eros”, de Byung Chul Han: Consumismo, pornografía y tecnología | MÁS LITERATURA

 

Byung Chul Han Análisis y resumen


Por: Ian Chávez

¿Qué sucede con el amor, el erotismo y la preocupación por el otro en un tiempo en el que la sociedad se encuentra alienada por el consumismo, la pornografía y las aplicaciones que entregan la posibilidad de encontrar diversas parejas?

Para Byung Chul Han, el amor se encuentra en un estado de crisis por diversos factores, principalmente por vivir en una sociedad que se vuelve cada día más narcisista, más consumista y menos empática con las personas. Esto ha generado que el reconocimiento del otro se diluya en muchos ámbitos de la vida cotidiana, por ejemplo, en el ámbito sexual, erótico o político.

En este sentido, los individuos no buscan reconocer en el otro la diferencia, sino lo igual. Esto se debe a que lo igual es conocido, es familiar y, hasta cierto punto, refleja el yo. Por tanto, en el siglo XXI, el narcisismo es un gran elemento que erosiona al amor, pues no busca las diferencias, sino las similitudes, las igualdades que permitan encajar con el mismo individuo, y si estos elementos no encajan, entonces no forman parte de la sociedad, y deben excluirse.

Sin embargo, la erosión del otro también genera la erosión del yo, pues como menciona el pensador surcoreano: al narcisista se le presenta el mundo “como proyecciones de sí mismo. No es capaz de conocer al otro en su alteridad y de reconocerlo en esta alteridad. Sólo hay significaciones allí donde él se reconoce a sí mismo de algún modo. Deambula por todas partes como una sombra de sí mismo, hasta que se ahoga en sí mismo”. 

La consecuencia de este gran problema es la depresión, pues “la depresión es una enfermedad narcisista”, porque el sujeto está agotado de sí mismo y de encontrar el reflejo de sí en otras personas. En este sentido, la invasión del yo lo sumerge en un mundo donde todo lo que busca y lo que encuentra es, lamentablemente, lo mismo.

Ante esta situación, Han declara que el Eros es lo único que puede salvar al individuo narcisista, pues deja de verse a sí mismo como el único elemento que compone al mundo y comienza a observar a su alrededor, reconociendo que la sociedad es demasiada amplia y diversa, y que, además, está compuesta por una gran inmensidad de otros.

No obstante, el sujeto tardomoderno no siempre acepta su vinculación y su responsabilidad con la sociedad, porque se ha convertido en un ser sumamente individual, debido a que cree que cuenta con la libertad para realizar cualquier proyecto que se proponga él mismo. De esta manera, elimina la coacción externa del otro, para adquirir esa propia violencia y autoexigirse en muchos ámbitos de su vida. Así, se fortalece la figura del emprendedor, quien se convierte en amo y esclavo a la vez.

Al respecto, Byung Chul Han explica que “El sujeto del rendimiento, como empresario de sí mismo, sin duda es libre en cuanto no está sometido a ningún otro que le mande y lo explote; pero no es realmente libre, pues se explota a sí mismo, por más que lo haga con entera libertad. El explotador es el explotado. Uno es actor y víctima a la vez”.

Lamentablemente, el sujeto del rendimiento no se da cuenta de esta violencia, porque el automandato del “Tú puedes”, permite creer al individuo que es libre en cualquiera de sus elecciones y acciones, pero no es de tal modo, pues como menciona el filósofo surcoreano: “La coacción propia es más fatal que la coacción ajena, ya que no es posible ninguna resistencia contra sí mismo”.

Además, Han explica que, con la aparente libertad del individuo, ya no se puede entender al sujeto como alguien que se encuentra sometido, sino como un sujeto que es, a su vez, el “desarrollo de un proyecto. Ahí está su ardid. Quien fracasa es [...] culpable y lleva consigo esta culpa dondequiera que vaya. No hay nadie a quien pueda hacer responsable de su fracaso”.

Por tanto, el sujeto intenta prevenir su propio fracaso a través de la hiperproductividad y la autoexplotación, porque cree que con el imperativo “Tú puedes” es posible lograr todos sus objetivos. Sin embargo, existen limitantes sociales, humanas, económicas y de infraestructura que le impiden desarrollar su supuesto camino al éxito.

Sin embargo, esta no es la peor parte del imperativo “Tú puedes”, pues no sólo afecta en lo emocional, sino también en lo físico y sexual, pues ahora la sexualidad se somete al rendimiento y, en consecuencia, el sexo es rendimiento. Al respecto, Byung Chul Han comenta que ante esta situación, “la sensualidad es un capital que hay que aumentar. El cuerpo, con su valor de exposición, equivale a una mercancía. El otro es sexualizado como objeto excitante. No se puede amar al otro despojado de su alteridad, sólo se puede consumir. En ese sentido, el otro ya no es una persona, pues ha sido fragmentado en objetos sexuales parciales. No hay ninguna personalidad sexual”.

Y aunque se ha defendido hasta el cansancio que la conservación del físico y la estabilidad mental son situaciones importantes para la salud, Han no está de acuerdo con ello, porque se niegan los continuos rastros de la muerte que existen en la vida. Así, las arrugas, la obesidad, la celulitis; la tristeza, la depresión, la ansiedad y otras cosas más, son mal vistas en una sociedad en la que se busca la estabilidad física y emocional para ser productivos en la sociedad. Quien no cuenta con estos estándares, es excluido y declarado como un humano no funcional.

En este sentido, el amor también “es domesticado para convertirlo en una fórmula de consumo, como un producto sin riesgo ni atrevimiento, sin exceso ni locura. Se evita toda negatividad, todo sentimiento negativo. El sufrimiento y la pasión dejan paso a sentimientos agradables y a excitaciones sin consecuencias. En la época del quickie, del sexo de ocasión y distensión, también la sexualidad pierde toda negatividad. La ausencia total de negatividad hace que el amor hoy se atrofie como un objeto de consumo y de cálculo hedonista. El deseo del otro es suplantado por el confort de lo igual. Se busca la placentera, y en definitiva cómoda, inmanencia de lo igual. Al amor de hoy le falta toda trascendencia y transgresión”.

Con base en esto, Byung Chul Han declara que, en esta época, el amor está caracterizado como “la cosificación económica del otro”. Esto significa que se buscan estereotipos físicos y mentales, cuyas características sean positivas en todos los sentidos. Por tal motivo, las aplicaciones de citas tienen un gran éxito en el mercado, porque la gente consume gente sin consecuencias de encontrar elementos de la negatividad.

Sin embargo, esta “cosificación económica del otro” no sólo se basa en los elementos que caracterizan un cuerpo tonificado y una mente sana, sino también en el imaginario colectivo que se ha generado a través de la industria pornográfica. Es decir, la sociedad del rendimiento no solamente busca cuerpos ejercitados y evadir el enfrentamiento de todo tipo de sentimiento, sino también desvanece el erotismo en las prácticas sexuales, porque en la intimidad se busca imitar los actos pornográficos.

En consecuencia, el erotismo agoniza, pues no se busca el misterio, el rito o la comprensión sexual del otro, sino simplemente la desnudez, la exposición del cuerpo y la falsa emotividad en la intimidad. De esta manera, Han declara que “la exposición aniquila precisamente toda posibilidad de comunicación erótica”. Asimismo, explica que esta situación que se vive en la sociedad del siglo XXI, se debe a que “El capitalismo intensifica el progreso de lo pornográfico en la sociedad, en cuanto lo expone todo como mercancía y lo exhibe. No conoce ningún otro uso de la sexualidad. Profaniza el Eros para convertirlo en porno”.

Una de las razones del porqué la pornografía ha cobrado relevancia en la vida de los sujetos tardomodernos, radica en que existe una gran conexión entre la cultura del consumo, el deseo y la fantasía, pues con la internet, las personas tienen acceso a imágenes infinitas en donde se muestran experiencias particulares, objetos únicos y estilos de vida muy específicos. Y esto, a su vez, genera un anhelo y una esperanza gigantesca de vivir alguna experiencia particular o simplemente obtener al objeto deseado. No obstante, todo es una fantasía que vive dentro de un imaginario social y virtual.

Sobre este tema, Byung Chul Han comenta que “el sujeto moderno percibe cada vez más sus deseos y sentimientos de manera imaginaria a través de mercancías y de las imágenes de los medios. Su imaginación está determinada sobre todo por el mercado de los bienes de consumo y la cultura de masas”.

Con base en esto, la pornografía no es más que un producto ofertado por el mercado, con el objetivo de ser consumido y así generar personas deseantes de expectativas y fantasías que no existen en la vida real. Por tanto, la creciente decepción en la sociedad actual, se debe a las altas expectativas que se tienen de cualquier persona, situación u objeto.

Ante este panorama desalentador, es importante preguntarnos para qué sirve el erotismo y el amor en una sociedad que no se preocupa por el otro y que, además, está sumergida en actividades hiper consumistas que conllevan al agotamiento.

El filósofo surcoreano responde que es importante el Eros en la sociedad del cansancio, porque nos permite observar y reconocer aquello que no deseamos aceptar y que forma una parte esencial del mundo. Esto es lo no agradable. Uno de los ejemplos más importantes que comparte Han, es el caso de los artistas surrealistas, quienes se preocupaban por representar en sus obras lo bello y lo horrible. De esta manera, la experiencia humana del amor no podía considerarse como una simpleza agradable, repleta de confort y serenidad, sino también el amor contiene sus partes desagradables. Ya decía Ficino, que el amor es la peste más perniciosa, porque “enajena al hombre de su propia naturaleza y le trae la extraña”. Es decir, el amor es una lucha constante con lo desconocido porque “deshabitúa y reduce el narcisismo”. Además, transforma la percepción de vida del individuo narcisista, dejando de buscar una afirmación y confirmación de sí mismo tanto en lo particular como en el otro.

De esta manera, Han declara que el amor es una escena de Dos, porque “interrumpe la perspectiva del uno y hace surgir el mundo desde el punto de vista del otro o de la diferencia”. Así, no solamente nace la empatía entre parejas, sino también nace la preocupación por ayudar a la ciudadanía, permitiendo un mejor desarrollo de la democracia.

Por tanto, el Eros no sólo forma parte de la intimidad humana, sino también del ámbito político y social, pues “se manifiesta como aspiración revolucionaria a una forma de vida y sociedad completamente diferente. Es más, mantiene en pie la fidelidad a lo que está por venir”.


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