LA RELIGIÓN ROBÓ
AL YO
EMIL CIORAN
La religión y, sobre todo, su
servidora, la moral, robaron al yo (y, así pues, a la cultura) el encanto de la
distinción: el desprecio. Mirar por encima del hombro a la caterva humana que
te toma por hombre. No existen yoes sino sólo el destino que te hace diferente
de tus semejantes. La cultura, según la fórmula suprema de su intimidad, es la
disciplina del desprecio. A los otros hay que ayudarles, aconsejarles, pero no
molestarlos en su vida que bulle de expectativas. Bajo ningún concepto hay que
despertarlos. Ellos no sabrán nunca lo caro que se paga la singularidad de su destino.
Dejad dormir al hombre. Como sólo existe el sueño en el paraíso, huir de sí mismo
implica dulcificar el destino. El individuo transparente a sí mismo tiene derecho
a todo. Puede cortar el hilo cuando quiera. El destino es un aplazamiento continuo
del suicidio.
Velando tu vida, revelas a tu
soberbia el destino que devora las provisiones del yo, el destino del que tú
eres su derrotado amo.