León Tolstói: Carta de ruptura a Sofia Behrs | MÁS LITERATURA


carta de Ruptura Tolstói


Chamordino, 30-31 de octubre de 1910

Volver a vernos o, peor aún, regresar a casa, es ahora mismo totalmente inconcebible. Para ti resultaría, como todo el mundo me dice, extremadamente perjudicial y para mí, terrible. Habida cuenta de tu nerviosismo, tu irritación o tu condición enfermiza, la situación sería entonces peor que antes, si es que eso es posible. Te aconsejo resignarte a aceptar lo sucedido, amoldarte temporalmente a tu nueva situación y, sobre todo, cuidarte.

Si me amas, o al menos si no me detestas, deberías tratar de ponerte un instante en mi lugar. Si lo hicieras, no solamente no me condenarías, sino que tratarías de ayudarme a encontrar el reposo y la posibilidad de una vida humana; tratarías de ayudarme haciendo un esfuerzo para dominarte, y entonces, tampoco tú desearías mi vuelta en este momento. Tu estado actual, tus celos y tus tentativas de suicidio que, por encima de todo, demuestran que has perdido el control de ti misma, hacen ahora mismo inconcebible mi regreso. Únicamente tú puedes evitar todos esos sufrimientos a tus seres más próximos, a mí y, sobre todo, a ti misma. Trata de no emplear tu energía en lograr que todo salga según deseas —en este caso, mi regreso—, sino en recuperar la calma, en apaciguar tu alma y así obtendrás lo que deseas.

Tras pasar dos días en Chamordino y Optina, me marcho de aquí.

Expediré mi carta por el camino. No te digo dónde voy porque estimo, por el bien de los dos, que es necesaria una separación. No creas que me he

marchado porque no te amo. Te amo y te compadezco con todo mi corazón, pero no puedo actuar de otra forma. Sé que tu carta era sincera, pero ahora mismo no estás en condiciones de hacer lo que deseas. No se trata de satisfacer mis deseos o mi voluntad, sino únicamente de tu estabilidad, de una actitud razonable y ponderada. Mientras que eso no sea así, nuestra vida en común es impensable para mí. Regresar estando tú en ese estado significaría para mí renunciar a la vida. No me siento con derecho a hacerlo. Adiós, querida mía, que Dios te ayude. La vida no es ningún juego, y no tenemos derecho a abandonarlo a nuestro antojo, como tampoco es razonable hacerla durar a nuestra medida. Tal vez los meses que nos quedan de vida sean más importantes que todos los años pasados, y debemos vivirlos dignamente.


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