La naranja mecánica es más recordada por la película de Stanley
Kubrick, que por la obra de Anthony Burgess, el escritor de la novela. Y esto
es muy normal, porque el cine es más popular que la literatura. Sin embargo, la
obra de Burgess guarda significados ocultos que el cineasta no quiso contar en
su cinta, porque realizó una versión distinta, en donde la ultraviolencia de
Alex es el motivo principal de su narración, convirtiendo todos los hechos en
una fábula o una alegoría del complejo sistema punitivo que conforma al Estado.
En este sentido, la violencia nunca tiene un final en la película de
Kubrick a pesar de que Alex ya recibió el castigo de la cárcel, del avance
científico y de la ciudadanía. Estos hechos continuos, para Burgess, eran una
historia sensacional, porque convertían al personaje principal en una especie
de übermensch. No obstante, Anthony no concuerda con la visión de Kubrick,
porque el humano es mucho más complejo que sólo la linealidad de transgredir
todo tipo de normas: “Dejemos que la maldad se pavonee en la página y hasta la
última línea y se ría de todas las creencias heredadas, judía, cristiana,
musulmana o cualquier otra, y de que los humanos pueden llegar a ser mejores.
Un libro así sería sensacional, y lo es. Pero no creo que sea una imagen justa
de la vida humana”.
La vida, para el autor inglés, es considerada una contradicción continua que
puede llevar a las personas a arrepentirse de todo acto horrendo realizado en
la juventud. Así, en su capítulo final, el personaje principal ya no añora los
días pasados, sino simplemente desea tener un hijo, llegar a una casa con un
plato de sopa y casarse:
Mientras recorría las calles oscuras y bastardas de invierno después de itear del mesto de té-y-café, videé visiones parecidas a esos dibujos de las gasettas. Alex, Vuestro Humilde Narrador, regresaba a casa del trabajo para cenar un buen plato caliente, y una ptitsa acogedora lo recibía amorosamente. Pero no conseguía videarlo, hermanos, ni imaginar quién podía ser. Sin embargo, tuve la profunda certeza de que si entraba en la habitación próxima a aquélla donde ardía el fuego y mi cena caliente esperaba sobre la mesa encontraría lo que realmente deseaba, y de pronto todo cuadró, la fotografía recortada de la gasetta y el encuentro con Pete. Porque en esa otra habitación, en una cuna, mi hijo gorjeaba gu gu gu. Sí sí sí, hermanos, mi hijo. Y sentí un bolche agujero dentro de mi ploto, que me sorprendió incluso a mí. Comprendí lo que estaba sucediendo, oh hermanos míos. Estaba creciendo.
Anthony Burgess. La naranja mecánica.
Sin embargo, esto no es mostrado
en la película de Kubrick, porque el cineasta se inspiró en la novela publicada
en Estados Unidos, y no en La naranja mecánica europea. La diferencia
entre estas dos novelas radica en que cuando Anthony buscaba publicar su obra
en dicho país, estaba quebrado y aceptó que el editor le suprimiera el último
capítulo debido a que “era muy británico, blando, y mostraba una renuencia
pelagiana a aceptar que el ser humano podía ser un modelo de maldad impenitente”.
Por tanto, la obra cinematográfica
es pesimista y ultraviolenta, en comparación de la novela europea que buscaba dar
un enfoque distinto a las cosas, demostrando que las personas cambian y pueden
tener el libre albedrío de elegir entre el bien y el mal. Por eso, el título de
la novela es la naranja mecánica, porque los humanos no somos seres mecánicos destinados
a repetir una y otra vez ciertas actividades, como la violencia. Para Burgess,
la violencia es un acto que requiere imaginación y fortaleza, y eso va cansando
a las personas con el paso de los años:
La violencia sin sentido es una prerrogativa de la juventud; rebosa energía, pero le falta talento constructivo. Su dinamismo se ve forzado a manifestarse destrozando cabinas telefónicas, descarrilando trenes, robando coches y luego estrellándolos y, por supuesto, en la mucho más satisfactoria actividad de destruir seres humanos. Sin embargo, llega un momento en que la violencia se convierte en algo juvenil y aburrido. Es la réplica de los estúpidos y los ignorantes. Mi joven rufián siente de pronto, como una revelación, la necesidad de hacer algo en la vida, casarse, engendrar hijos, mantener la naranja del mundo girando en las rucas de Bogo, o manos de Dios, y quizás incluso crear algo, música, por ejemplo.
Anthony Burgess. Introducción a La naranja mecánica. 1986.
De hecho, a Anthony se le hace
algo absurdo que en la película de Kubrick no exista ningún cambio en la vida
del personaje. Al final, se sigue perpetrando la violencia y el disfrute de la
misma, incluso se le celebra y se le hace noticia. Por algo, el autor de la
novela muestra su descontento radical en contra de Kubrick en las siguientes
líneas: “Cuando una obra de ficción no consigue mostrar el cambio, cuando sólo
muestra el carácter humano como algo rígido, pétreo, impenitente, abandona el
campo de la novela y entra en la fábula o la alegoría. La Naranja norteamericana
o de Kubrick es una fábula; la británica o mundial es una novela”.