YA EL DELIRIO NO ME SOLICITA
Ya el delirio no me solicita.
Vivo sobre la sal, levantándome y
cayendo, día tras día. Como, ando, me acuesto sobre lo que me sostiene sin
pedir una aclaración, sin esperar nada. Soy cuerpo. Me llamo tensión,
debilidad, silencio, piel, nervio, olor, yerro. Me arrastro, toco hierba, me
hago suelo. Lo inefable no me quiere. Ya el delirio no me solicita. Vivo sobre
la sal, levantándome y cayendo, día tras día. Como, ando, me acuesto sobre lo
que me sostiene sin pedir una aclaración, sin esperar nada. Soy cuerpo. Me
llamo tensión, debilidad, silencio, piel, nervio, olor, yerro. Me arrastro,
toco hierba, me hago suelo. Lo inefable no me quiere.
Hace años dejé de preguntar.
Desistí en un filo.
Las ventanas dicen vivir.
El pensamiento escarba, escarba.
Soy una cuerda que se abraza a la
última proximidad.
Vibrante querer.
Ducho en disensión, en rotura, en
desvivir, persisto.
Arrastro una historia anonadada.
Soy flaqueza máxima. Mis piernas
se doblan. No llego, no llego.
¿De dónde sale la fuerza cuando
sigo? Soy el sordo, el exabrupto, el golpe en la mejilla, el veneno de la
suavidad, el manto del loco, el que hostiga al fervor, el sórdido tubo, la
ciénaga sin fulgor, la horma de nuestra ignorancia, el que se hace, se deshace,
se hace.
RAFAEL CADENAS