Zdzislaw Beksinski nació el 24 de
febrero de 1929, en Sanok, un pueblo que se encuentra al sur de Polonia. El
famoso pintor sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial, a la Unión Soviética y
también supo de las atrocidades que ocasionaron las bombas atómicas.
El futuro para Beksinski no era nada alentador. A pesar de eso, estudió arquitectura, posteriormente, trabajó como supervisor de construcción y como diseñador de autobuses, pero no le gustó. Así que se dedicó a la fotografía, mostrando un mundo distorsionado, melancólico, pesimista y solitario.
Su trabajo era
excelente. Sin embargo, con el tiempo, sintió que la fotografía lo limitaba a
expresar su esencia artística. En este sentido, decidió incursionar en la
pintura, mostrando las atrocidades que, probablemente, observó tanto en la
Segunda Guerra Mundial como en el régimen soviético.
Por estas
razones, en su pintura se observa un mundo caótico, inhumano, que se asemeja
más a una pesadilla surreal, que a un mundo bello y prometedor.
A pesar de que
se dice que no tiene influencias artísticas, se puede ver que el artista polaco
se inspiró en los paisajes de Caspar David Friedrich, en las temáticas oscuras de Goya, en los imaginarios colectivos de El Bosco, o en los personajes
surreales de Max Ernst.
La fama para
Beksinski llegó en la década de 1980, gracias a su arduo trabajo y también
gracias a la ayuda de Piotr Dmochowski, el promotor cultural que le abrió
espacios en galerías de Estados Unidos Francia y Japón.
Su obra era
conocida en muchas partes del mundo a pesar de que sus cuadros no estuvieran
titulados para no limitar ninguna interpretación artística. Lamentablemente, su
buena racha terminaría cuando su esposa muere de cáncer en 1998; un año después
su hijo se quita la vida y, en 2005, Beksinski fue apuñalado en diversas
ocasiones por no prestarle dinero a un joven.