Autora:
Karla Portela Ramírez*
Sólo enriquece a
la humanidad quien acrecienta el saber en lo que le rodea y eleva su capacidad
creadora. En este sentido, la hazaña de Magallanes supera a todas las de su
tiempo y significa para nosotros una gloria singular en medio de sus glorias:
la de no haber inmolado, como ocurre la mayor parte de las veces, la vida de
miles y centenares de miles por su idea, sino solamente la propia vida.
Stefan
Zweig
Quien
escribe un libro debería dar cuenta de los sentimientos, de los apetitos
personales que le han llevado a tal empresa. Congruente con esta afirmación
suya, en la introducción de Magallanes.
El hombre y su gesta, Stefan Zweig explica: el origen íntimo de un libro
algunas veces se halla en sentimientos, en otros casos es la curiosidad por
explicarse a sí mismo personajes o hechos lo que mueve al autor, a su vez es
posible encontrar motivos de índole más delicada, como vanidad, afán de lucro o
complacencia con uno mismo. Así, el libro motivo de esta reseña nació de un
sentimiento insólito y penetrante, la vergüenza.
La
vergüenza que experimentó nuestro escritor de origen austriaco, durante un
viaje en transatlántico con destino en América del Sur. Cuando tras siete u
ocho días de navegación, el paisaje azul que le rodea, el cielo y el mar en
calma provocan en él hastío e impaciencia; el placer de la nada se convirtió en
molestia. No obstante, en medio de ese sentir, ese padecer impaciente, pronto
se reveló en Zweig la vergüenza. Mientras él viaja en el más espléndido de los
buques, con todos los lujos a su disposición, piensa en lo que sucedía en los
primeros viajes altamar realizados por temerarios exploradores, quienes ni
siquiera tenían la garantía de arribar, menos aún del retorno. Especialmente
reflexiona en los hechos del hombre que llegó a lo más extraordinario en la
historia de los descubrimientos geográficos: Fernando de Magallanes, cuya
verdad parece inverosímil porque se trata de la odisea más magnifica, la
primera vuelta a toda la Tierra.
¿Por
qué es la odisea más magnífica en la historia de la humanidad? Ya no había
mares desconocidos para los seres humanos, sólo faltaba un hecho por cumplir:
dar la vuelta a toda la Tierra en un buque y en ese único viaje probar y medir
la forma redonda de nuestro planeta. Contra la opinión de Ptolomeo se demostró
que la libre ruta marítima a la India es un hecho práctico. La primera vuelta
al mundo, iniciada el 20 de septiembre de 1519 y concluida el 6 de septiembre
de 1522, además de confirmar la redondez del globo terráqueo, confirmó su
movimiento de rotación. Dicho brevemente, se trata de la odisea más magnífica
porque contribuyó en forma extraordinaria al conocimiento sobre el lugar en que
habitamos; desde entonces sabemos que la Tierra es una esfera giratoria y todos
los mares forman un solo mar continuo. Con este descubrimiento la Edad Moderna
comenzó, escribe Stefan Zweig.
Sin
duda como descubrimiento geográfico y científico el hecho relatado es invaluable;
asimismo, sus repercusiones políticas, económicas y sociales son
trascendentales; no obstante el interés más profundo que sirvió como motor del
viaje fue el gusto, el paladar. Más que la aventura y la curiosidad, lo que
mueve al ser humano es el hambre y una vez satisfecha ésta, lo que impulsa es
el gusto de sabores variados. En la aspiración, el deseo por transitar de la
monotonía a la espiritualidad –porque se trata no sólo de comer, sino de
disfrutar lo que se come–, estómagos y paladares europeos buscaban el camino
más corto para llegar a las Islas Molucas, mejor conocidas como las Islas de
las Especias, archipiélago de Indonesia en que junto a la especiería, se
hallaban perfumes, sedas, perlas, diamantes, inciensos, bálsamos… Cosas
selectas y raras, exóticas y lujosas, que en Europa se hallaban al alcance sólo
de una élite.
En
la Edad Media tuvo lugar la supervalorización de tales productos, en gran
medida la riqueza se ponderaba conforme al acceso a estos productos árabes e
indios. Eran tan costosos, preciosos y preciados debido a la dificultad y el
riesgo de su transporte; era mercancía que atravesaba desiertos y mares, que
pasaba de mano en mano y con ello se encarecía. Disfrutar de especias como
pimienta y canela en las mesas europeas implicaba tiempo y esfuerzo, trabajo y
victoria sobre peligros humanos, como piratas, y peligros naturales, como
tormentas. Particularmente el control de Egipto y Siria sobre el paso de India
a Europa impulsó la búsqueda de un camino, una ruta libre, sin pago de
derechos. Fueron móviles materiales, fuerzas terrenales y negociadoras las que
impulsaron tan extraordinario viaje y descubrimiento. El objetivo era uno y
claro: descubrir el paso marítimo natural de Europa a Asia, del Mar Atlántico
al Océano Pacífico. Empero, el logro de una meta como ésta implica un proceso
largo, incluso generacional.
Retrato de Fernando de Magallanes. |
De
acuerdo con la historia, el proceso de que hablamos comenzó en Portugal con el
príncipe Enrique “el Navegante” (1394-1460), quien preparó el viaje con
dirección a la India, cuestionando los mapas de Ptolomeo donde África es un
continente pegado al Polo Norte. Enrique de Portugal afirmaba que podía
navegarse rodeando África. Una generación no bastaría para realizar tan magna
empresa; sin embargo, este príncipe lusitano legó los mejores buques, los más
preparados de su época y los hombres de mar mejores dispuestos para la
conquista del océano. Aunque Enrique “el Navegante” no vivió ni uno sólo de los
descubrimientos que inmortalizaron a su patria, su triunfo es de carácter
moral: abolió la leyenda nefasta y acrecentó el apetito emprendedor. Donde
exista una generación resuelta, el mundo se transformará, observa
Stefan Zweig. Así, en 1417 los portugueses alcanzaron el Ecuador; en 1434, Gil
Eanes descubrió el Cabo Bojador; en 1484 Diego Cao puso pie en la desembocadura
de El Congo; y, finalmente en 1486 se cumplía el sueño profético de Enrique,
cuando Bartolomé Díaz llegaba a la punta sur de África, al Cabo de Buena
Esperanza, inicialmente bautizado Cabo Tormentoso en memoria de las tormentas
que allí soportaron sus primeros navegantes. ¿Y Magallanes, dónde está? En
medio de todo esto, ¿dónde aparece nuestro protagonista?
Nuestro
héroe merece que extendamos para él al menos una breve alfombra para recibirlo
en nuestra narración; sirva como tal la siguiente introducción. Tras el llamado
descubrimiento de América en 1492, para evitar la guerra entre España y
Portugal, el 4 de mayo de 1493 el Papa Juan II expidió la bula en que dividió
la esfera del mundo en dos partes: el occidente de las islas de Cabo Verde para
España y el oriente de las Islas de las Indias para Portugal; es decir, América
para España y África para Portugal. Límites que fueron fijados el 7 de junio de
1494 mediante el Tratado de Tordesillas. Pronto ambas naciones se prepararon
para la exploración y con base en una voluntad imperialista en 1505 comenzó una
época colonizadora que Zweig describe en tres ritmos: primero, el
descubrimiento; a continuación el establecimiento de relaciones comerciales; y,
enseguida la aparición del carácter guerrero.
De
este modo entre los 1500 soldados dirigidos por el almirante portugués
Francisco de Almeida (1450-1510) para conquistar las tierras del otro extremo
del mundo e instaurar el imperio más extenso de la Tierra se encuentra Fernão
de Magalhães, un hombre de 24 años del que poco se sabe, salvo que su familia
goza de nobleza en cuarto guardo, lo que les da el título de “fidalgos de cota
de armas”, ascendencia que otorga al futuro personaje inmortal el derecho de
llevar y traspasar en herencia un escudo propio y que le abre las puertas de la
corte real. Aunque en la flota dirigida por de Almeida no sobresale, es uno más
de los hombres de guerra que comen, viven y duermen en la cámara del barco, es
un soldado desconocido.
En
esos primeros viajes en altamar, Magalhães es partícipe de todo, aprende a
poner el alma en todo, es navegante, soldado, mercader, conocedor de la gente,
las tierras, los mares y los astros. Es hombre de honores y ambiciones, el
ejército, la guerra y el peligro son su elemento. Aunque, por sobre todas las
cosas de este mundo el navegante portugués tiene un sueño, un plan, un objetivo
que constituye el sentido de su existencia: de este a oeste dar la vuelta a la
Tierra por un paso entre el Mar Atlántico y el Océano Pacífico. Lo cual no es
una idea descabellada, otros lo han soñado antes y han estudiado la
posibilidad; de hecho, el navegante portugués conoce mapas realizados por el
cosmógrafo y astrónomo Martin Behaim (1459-1507), que inspiraron su viaje
alrededor de la Tierra. A esto se suma su amistad con Ruy Faleiro (finales del
siglo XV- 1523), cartógrafo y astrónomo, teórico y especialista considerado en
aquella época la más alta autoridad en el tema.
Recorrido de la expedición de Magallanes. |
Pronto
Faleiro y Magalhães, polos opuestos, se complementan en cálculo y experiencia,
idea y acción, teoría y práctica, espíritu y materia, respectivamente. Faleiro
da estructura científica a los proyectos de Magalhães, con sus cálculos y datos
precisos confirma lo que Magallanes conocía por intuición. Esta confirmación
–que será desmentida en la ejecución del proyecto– mueve al argonauta para
obtener el apoyo que le permita concretar su objetivo. En principio acude al
máximo monarca de su patria, el Rey Manuel, quien niega a Magalhães aumentarle
el sueldo, tampoco le concede una ocupación digna de él y finalmente se muestra
indiferente ante la posibilidad, planteada por el explorador, de que preste sus
servicios a otro país.
De
manera que, libre de culpa e incluso con la venia del rey de Portugal, el 20 de
octubre de 1517 Magallanes llega a Sevilla y consciente de la necesidad de
relaciones y recomendaciones, contacta a Diego Barbosa, alcalde portugués que
también había renunciado a su nacionalidad, y se casa con la hija de éste,
Beatriz Barbosa. Como culminación de una serie de encuentros y desencuentros,
Juan de Aranda, director de la Casa de Indias, decide financiar el proyecto de
Magallanes a título de particular. Además, será Aranda quien gane el beneplácito
del Consejo de la Corona y con ello el patrocinio de la Casa Real. El 22 de
marzo de 1518 recibe Magallanes la “Capitulación” del Rey Carlos I de España,
es decir, el compromiso de su majestad con Fernando Magallanes.
Prácticamente
6 meses después, el 20 de septiembre de 1519 zarpan del puerto de Sanlúcar, en
la provincia de Cádiz, cinco naves provistas de tripulación, víveres y
artillería, en previsión de dos años de viaje, con la protección del Rey Carlos
I. Fernando de Magallanes ya no es un soldado desconocido, ahora comanda los
cinco galeones que han emprendido la travesía que trastocará a la humanidad,
máxime ya no sigue órdenes, ahora es libre, dueño de sus acciones, dueño por
vez primera de sus propios pasos que le encaminan hacia la inmortalidad.
La
tripulación consta de 265 hombres de distintas nacionalidades a bordo de 5
galeones, ordenados de mayor a menor tonelaje: San Antonio (120 Tn.), Trinidad
(110 Tn.), Concepción (90 Tn.), Victoria (85 Tn.) y Santiago (75 Tn.), al mando
de los capitanes Juan de Cartagena, Fernando de Magallanes, Gaspar Quesada,
Luis de Mendoza y João Serrão, respectivamente. Cabe decir que en el otro
extremo del mundo, en el verano de 1519, Hernán Cortés conquistaba un vasto
imperio para España. Igualmente merece mención que entre la tripulación se
encontraba Antonio Pigafetta, miembro de una noble familia italiana, quien se
ha embarcado por el puro goce de ver, conocer y admirar, y que durante todo el
viaje registrará en cuadernos todo lo sucedido en el más extenso viaje de
descubrimiento, la aventura más atrevida en la historia de la humanidad.
Galeón Victoria |
En
este viaje hacia lo desconocido, aun cuando le acompaña media o una docena de
amigos y parientes incondicionales, leales, la tragedia acompaña a Magallanes;
todavía antes de zarpar, antes de dejar los dominios de Carlos I, nuestro
capitán recibe un mensaje proveniente de su suegro, Diego Barbosa: Juan de
Cartagena acaudilla una conjuración en su contra. Contrario a lo que se
pensaría, la advertencia endurece la fortaleza de Magallanes, y responde que
suceda lo que suceda, se mantendrá firme al servicio del rey, aunque en ello se
le vaya la vida.
Fernando
de Magallanes es un hombre solitario, sin don de gentes, no sabe sonreír, ser
amable ni complaciente. Nada afable ni comunicativo, siempre misterioso, creaba
a su alrededor una atmósfera de recelo, sospecha y oposición; sin embargo,
siempre elegía el camino recto y sincero. Duro e inflexible en la dirección y
el mandato, firme en su propósito –encontrar un paso marítimo natural del
Atlántico hacia el Pacífico; encontrar el itinerario alrededor de la Tierra–,
no pacta ni cede, se abstiene de hablar con los capitanes e incluso de pedir su
consejo. Considerando lo anterior y sumando el hecho de que nadie en la
tripulación conocía cuál era el proyecto, parece comprensible que haya ocurrido
una sublevación de los capitanes, que la tripulación se haya dividido en dos
bandos y una vez resuelta la conspiración reine en la travesía un ambiente
tirante y escamado. Nuestro personaje inmortal, para alcanzar la gloria, tendrá
que vencer enemigos externos, los hombres que desconfían de él y están al
acecho de una oportunidad para eliminarlo; y, enemigos del interior, la congoja
y la incertidumbre que le invaden cuando ve desmentidos los cálculos realizados
Faleiro y los mapas de Behaim parecen equivocados; más aún, a los enemigos
externos e internos se añaden los obstáculos que la materia por sí misma opone
a toda empresa que rebasa lo ordinario.
Concretar
una idea exige esfuerzo y paciencia, previsión y perseverancia, valentía y
templanza. El explorador y navegante de sangre portuguesa lo ha logrado: el 21
de octubre de 1520 alcanza el cabo de las Vírgenes, la entrada del hoy llamado
Estrecho de Magallanes; el 25 de octubre la flota pasa por dicho estrecho; y,
el 28 de noviembre de 1520 llegan por el Estrecho de Magallanes al Océano
Pacífico. La primera etapa del proyecto se ha concretado, han encontrado el
paso marítimo natural del Mar Atlántico hacia el Océano Pacífico, la libre ruta
marítima a la India. Falta cumplir con el arribo a las Islas Molucas y a partir
de ahí retornar a España. Falta vencer otros enemigos más como el hambre y el
escorbuto. Algunos morirán, ahogados, asesinados, por inanición o sed; otros más
caerán prisioneros o desaparecerán. Sólo los elegidos por el destino gozarán
del triunfo y entre ellos no se encuentra Magallanes. La segunda etapa del
viaje será realizada el 6 de septiembre de 1522, únicamente el galeón Victoria,
comandado irónicamente por uno de los sublevados, uno de los traidores a
Magallanes, llegará al punto de partida, anclará en el puerto Sanlúcar,
trayendo consigo más peso en especias que en seres humanos, tan sólo habrán
sobrevivido 15 de los 265 marineros.
La
tragedia continúa, el estrecho descubierto nunca fue vía comercial de Europa a
Oriente, la última voluntad de Magallanes no se cumplió y en cierto sentido ha
tenido que compartir el reconocimiento con un enemigo, fue otro quien acabó el
hecho. Mas fue Fernando de Magallanes quien lo amasó y lo llevó a la
posibilidad con su espíritu y su sangre, subraya Stefan Zweig. Quizá la gloria
haya sido temporal, aunque la proeza, el hombre y su gesta son para la
eternidad.
En
la contraportada de esta edición conmemorativa –en el presente año se han
cumplido los primeros 500 años de la primera vuelta al mundo–, se afirma que la
narración de Zweig sobre la experiencia de Magallanes sigue siendo el relato
más bello sobre este viaje, debido a su prosa fluida y elegante. En la perspectiva
de quien aquí escribe, más allá de las cualidades literarias del autor, lo que
otorga brillo y grandeza a esta obra escrita radica en su aguda observación, se
fija en la figura de un individuo y a través de él o en él descubre rasgos de
la naturaleza humana y su sociedad. ¿Cuáles? Al sueño, anhelo y proyecto de
vida de Magallanes acompañan siempre Fe y Esperanza, de ahí extrae fuerza,
paciencia y perseverancia necesarias para acometer su empresa y enfrentar
cualquier obstáculo. A su vez, con relación al héroe de nuestra historia, sus
hechos señalan que al parecer es posible conquistar sin violentar; cuando entra
en contacto con otros pueblos, otras culturas, logra el dominio mediante el
pacto y buen trato, con honradez, nunca por la sangre. Magallanes es un
conquistador pacífico y honorable. Otro rasgo humano que se descubre en esta
lectura consiste en el poder abarcador de las leyes humanas, que se extienden
más allá del territorio en que han sido promulgadas, incluso hasta mares y
tierras por descubrir. Asociado con esto, llama la atención el valor del pago
de derechos portuarios, que más allá de lo pecuniario simboliza, significa el
reconocimiento implícito de la soberanía del otro, la independencia de un
territorio y de quienes le habitan. Por último, resalta el recordatorio de que
el destino puede ser mezquino.
Magallanes. El hombre y su gesta
Stefan Zweig
Editorial Capitán Swing, 2019
*Karla Portela
Ramírez. Asidua lectora por placer y por necesidad. En el
asombro y curiosidad constantes dedica su vida a la filosofía. Esto le ha
llevado a navegar entre las letras de Schopenhauer, la obra de John Dewey, las
ideas de la Escuela de Frankfurt y el pensamiento filosófico de los pueblos
originarios. Hoy día vive en Casa de la
Filosofía y en cómplice compañía de su amado organiza filocafés y
filmosofías, además de ofrecer asesoría filosófica a quien que desee
profundizar en sí mismo.