QUERIDO SER:
Nada vale como tú, como nosotros;
obra de hombre o del mundo, ninguna tiene suspiro, lo que suspira en ti,
aquello que se aligera o descansa, o se despide, por un instante del recordar
murmurio con que en ti, por un instante, las memorias durmiéronse. Ni esa corta
risa, tan noble, trémula y húmeda de lloro, que es mía, que es la palabra que
para mí tienes, la palabra que entre todas las tuyas sólo tiene en mí quien la
comprenda; que antes que yo llegara ni después que todo el Porvenir haya
llegado, Nunca otro la libará de tu garganta, de tu ser, como tu artista que
aquí te habla, que te ha encontrado y te seguirá. Y que no quiere que tú, el
Manantial, la perenne Niña, que todavía tiene sus primeras lágrimas en esa
tierna risa de un instante que a veces en el coloquio logro de ti y que parece
último singulto de un llanto en corolas que se abren con el día que se abre:
lágrimas, lágrimas de la Mañana, de la esperanza, del «no más llorar»…
MACEDONIO FERNÁNDEZ