Por: Ian Chávez
Hablar del arte en Polonia es complicado,
debido a la gran cantidad de magníficos artistas que existen y han existido en
dicha nación, por ejemplo, si se habla de literatura, se encuentran Wislawa
Szymborska y Jaroslaw Iwaskiewicz; si se requieren músicos, se hallan Frédéric
Chopin y Anna Maria Jopek; en cuanto a cine, se pueden recomendar ampliamente
las películas de Andrzej Wajda y Krzysztof Kieslowski; y, si alguien solicita
hablar sobre pintura, sin lugar a dudas, se puede recomendar el surrealismo
distópico de Zdzislaw Beksinski.
Zdzislaw Beksinski nació el 24 de
febrero de 1929, en Sanok, un pueblo que se encuentra al sur de Polonia. El
famoso pintor sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial y también sobrevivió al
gobierno comunista a pesar de crear obras provocativas que lo podrían haber
llevado a algún gulag.
Estudió arquitectura en la Universidad
Tecnológica de Cracovia. Sin embargo, en 1955, el artista regresó a su lugar de
origen para trabajar como supervisor de construcción y diseñador de autobuses. Aunque
eran trabajos bastante honrados, a él no le agradaban para nada, por lo que
decidió adentrarse a un mundo que lo llevaría a expresarse de manera visual: la
fotografía.
Durante la década de 1950, Zdzislaw
estaba sumamente sorprendido por el surrealismo francés y por el expresionismo alemán.
En este sentido, sus fotografías reflejan dichas influencias a través de un mundo distorsionado, que se acerca
más al sueño y a la exploración de la esencia humana por medio de temáticas melancólicas,
pesimistas, solitarias y distópicas.
A pesar de que se estaba forjando
un estilo y ciertas temáticas particulares en la obra fotográfica de Zdzislaw Bkesinski, el artista
no estaba muy a gusto con categorizar o definir su arte, porque limitaba la
imaginación y la experiencia metafísica de crear y apreciar sus obras.
Asimismo, a inicios de la década de 1960, Bkesinski comenzó a sentir que la
fotografía limitaba su imaginación y comenzó a trabajar con pintura.
De esta manera, su viaje por la
pintura se convertiría en uno de sus principales lenguajes para comunicarse. Por
tanto, comenzó a intervenir sus fotografías con pintura para crear una nueva
obra. Con el paso del tiempo, fue alejándose más de la fotografía y se adentró
a la pintura, pero siempre inspirándose con música clásica y rock para
trabajar.
Un dato interesante del artista
es que no le agradaban mucho los museos y no los visitaba. Así que no es
posible atribuirle alguna influencia específica, que le ayudó a crear un arte
tan particular. No obstante, se puede observar una gran influencia de los
paisajes de Caspar David Friedrich, las temáticas oscuras de Goya, los
imaginarios colectivos del Bosco, o los personajes extraños de Max Ernst. En
sí, estos pintores podrían ser sus influencias de sus obras, pero expresadas
de una forma más moderna, oscura, surreal y, sobre todo, distópica.
En cuanto a la distopía, el artista había sobrevivido a la Segunda Guerra Mundial y al extremo régimen soviético. Asimismo, presenció el avance de la tecnología y supo de la bomba atómica. Por tanto, el futuro humano no se veía prometedor, tal vez se auguraba más un mundo caótico e inhumano, que un lugar en donde todo podía ser bello, justo y utópico. En este sentido, la distopía, podía ser una realidad humana en el futuro y un tema justo para el arte.
Sin embargo, sus influencias y sus reflexiones sociales no se pueden saber con exactitud, debido a que Bkesinski no explicaba sus posturas políticas ni titulaba sus obras, porque estas acciones limitaban
la interpretación y la esencia del arte.
Por estos y otros motivos, el
artista polaco comenzó a tener fama por todo el mundo, aunque destacan dos
factores importantes:
1. Firma contrato en 1984, con el
promotor cultural Piotr Dmochowski, quien le abrió espacios en galerías de
Estados Unidos, Francia y Japón.
2. Bkesinski se niega a crear
pinturas por encargo y elaborar obras populares para la industria del arte.
Por el último motivo, su obra es
particular y única, demostrando que el arte en el siglo XX aún podía ser un
medio de expresión de libertad, y no una vía para enriquecerse utilizando todos
los medios de comunicación de los que poseía la industria del arte.
Su vida, en términos generales, estaba
marcada por el éxito y la tranquilidad, disfrutaba de vivir con su esposa Zofia
y le agradaba ver a su hijo Tomasz ser un famoso presentador de radio, periodista
de música y traductor de películas. No obstante, su vida comenzaría a
convertirse en una pesadilla cuando su esposa muere de cáncer en 1998 y, en
1999, su hijo decide suicidarse.
Lamentablemente, la tragedia lo
persiguió hasta el final de sus días, porque fue asesinado por un joven de 19
años, que lo apuñaló por no prestarle dinero. Lo único que queda de él es un
legado artístico que ha inspirado a otros artistas para seguir creando obras surreales,
como es el caso de Guillermo del Toro, Hans Giger y Jan Matuszynski.