“La invitación”: Un relato de Robert Walser | MÁS LITERATURA

 

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LA INVITACIÓN

ROBERT WALSER

Tengo que mostrarte un paraje divinamente hermoso, diosa. El lugar yace en el modesto y plácido bosque, totalmente oculto, como una idea dentro de otra. Es una cañada tierna, apacible, en la que no se ve ni un alma. Está tan oculta al abrigo de los árboles, oh, tan encantadoramente escondida, que es allí, me imagino, donde quisiera besarte con besos puros, suaves, dulces y eternos, con besos que impidan toda conversación, incluso la mejor y más hermosa. De lo delicado que es y lo apartado que está, no aparece registrado como lugar de interés en guía de viaje alguna. Un pequeño sendero que serpentea por entre una espesa maleza conduce a la cañada, al maravilloso lugar en el que quisiera mostrarte, maravillosa, cuánto te quiero, en el que quisiera mostrarte, ángel, cuánto te adoro. Allí se abraza uno y se estrecha entre los brazos de un modo espontáneo, y de un modo espontáneo se juntan también los labios. No sabes aún lo bien que beso.

Ven, pues, al lugar en donde no hay más que el hermoso murmullo de grandes árboles, allí lo sabrás. No abriré la boca, tampoco tú abrirás la boca, guardaremos ambos silencio, tan sólo las hojas susurrarán suavemente, y el entrañable sol disipará el gracioso ramaje. Oh, qué silencio, qué silencio habrá cuando nos besemos, qué hermoso será cuando nuestros labios se peguen sedientos, hambrientos de amor, qué bonito será cuando nos amemos en la dulce y silenciosa cañada. Nos acariciaremos y nos besaremos sin cesar hasta que llegue la noche, y con ella las estrellas relucientes de plata, y la luna, ella tan divina.

No tendremos nada que decirnos, pues todo será sólo un beso, un beso perpetuo, sin tregua, interminable, primoroso. Quien quiere amar ya no quiere hablar, pues quien quiere hablar ya no quiere amar. Oh, ven al lugar del éxtasis sagrado, al lugar de los hechos, al lugar de la consumación, donde todo nada en satisfacción, donde todo se ahoga y acaba en amor. Nos rodearán los pájaros con su alegre canto, y su silencio celestial nos abrigará por la noche. Habremos dejado atrás lo que llamamos Mundo; presas del entusiasmo, seremos hijos de la tierra y sentiremos qué significa vivir, descubriremos qué significa existir. Quien no ama no existe, no vive, está muerto. Quien tiene ganas de amar se levanta de entre los muertos; y sólo está vivo quien ama.


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