Por: Ian Chávez
Antoine de Saint-Exupéry es uno de los artistas más reconocidos a nivel mundial, debido a que escribió El Principito. Una obra que es difícil de catalogar, porque puede considerarse un relato infantil, una novela repleta de aforismos, o todavía mejor: un libro filosófico que toca temas sumamente existencialistas.
La razón de considerarse un libro con grandes pasajes existencialistas, se
debe, entre muchas cosas, a un incidente que lo dejó marcado de por vida y que
le hizo cuestionarse absolutamente todo.
Este incidente ocurrió cuando Antoine era piloto aviador y se dedicaba a
aceptar trabajos de alto riesgo, como fue el caso de intentar recorrer la ruta
área de París a Saigón en el menor tiempo posible. Así, si completaban el
viaje, él y su compañero André Prévot ganarían 150 mil francos.
Lamentablemente, el 30 de diciembre de 1935, los jóvenes aventureros no
lograron su misión, debido a que su avión comenzó a tener fallas técnicas y, en
consecuencia, tuvieron que realizar un aterrizaje forzoso en el desierto del
Sahara.
En sus memorias, Antoine de Saint Exupéry cuenta que este evento fue
devastador, porque sólo tenían uvas, naranjas y muy poco vino para enfrentar el
agresivo clima del desierto. Sólo les bastaron cuatro días para que sufrieran
alucinaciones y una intensa deshidratación. Por fortuna, al cuarto día un
beduino en camello pasó por el sendero, los descubrió en pésimas condiciones y
los rescató.
Esta situación lo hizo escribir arduamente, primero apareció Tierra de
hombres (1939) y, posteriormente, El Principito (1943). En Tierra
de hombres se encuentra el siguiente pasaje que permite visualizar cómo
Exupéry se pregunta cómo ha cambiado la humanidad con las nuevas tecnologías
que comenzaron a aparecer en el siglo XX. Asimismo, cuestiona el lenguaje y la
afectación psicológica que han sufrido las personas por el avance y el progreso
científico en la sociedad moderna:
¿Qué son cien años de historia de la máquina frente a los doscientos mil años de historia del hombre? Acabamos de instalarnos en este paisaje de minas y centrales nucleares. Acabamos de mudarnos a esta nueva casa, que todavía no hemos ni siquiera terminado de edificar. A nuestro alrededor todo ha cambiado muy deprisa: relaciones humanas, condiciones de trabajo, costumbres. Hasta los fundamentos de nuestra psicología se han visto sacudidos. Las palabras separación, ausencia, distancia, regreso, aunque son las mismas, ya no remiten a las mismas realidades. Para aprehender el mundo de hoy usamos un lenguaje creado para el mundo de ayer, y nos parece que la vida del pasado se adecúa mejor a nuestra naturaleza porque responde mejor a nuestro lenguaje.
Antoine de Saint-Exupéry
Con este pequeño pasaje se puede observar que Exupéry ya contaba con grandes cuestionamientos que los existencialistas realizaban, tales como por qué estamos en este mundo, cuál ha sido el progreso que hemos realizado como seres humanos, cuál es la finalidad del humano si lo único que ha creado tecnológicamente ha servido como una bendición y, a su vez, una maldición. Muchas son las dudas que intenta resolver ya en Tierra de hombres, y esta generación de interrogantes se debe, en cierta medida, a que el escritor francés estuvo al borde de la muerte en el desierto del Sahara.
No obstante, Tierra de hombres no es una obra infantil, tuvieron que
pasar varios años más para que su experiencia en el desierto fuera contada para
todos en uno de los mejores libros de la literatura: El Principito.
La historia del libro es sencilla: un piloto sufre un percance con el motor
de su avión y, lamentablemente, termina en el desierto del Sahara. Tiene poca
agua para sobrevivir, así que decide arreglar su motor para salir de ahí. Sin
embargo, en el momento menos esperado, aparece un niño pequeño de risos rubios
que le solicita dibujar un cordero. El piloto intenta dibujar lo que le pide su
pequeño acompañante, pero no puede, así que le dibuja una caja. El principito
queda encantado.
En el transcurso del libro el lector se va dando cuenta de cómo llegó el
principito a la Tierra, de cómo se enamoró de una rosa que ha dejado sola en su
asteroide y, de igual manera, cuenta cómo su viaje por la Tierra le permite
conocer a un zorro que termina domesticando y descubre la autenticidad de las
cosas y el amor por la responsabilidad.
El final, lamentablemente, es muy triste, debido a que, para regresar a su
asteroide, el principito debe ser mordido por una serpiente muy venenosa.
Aunque parece una historia muy tierna e infantil, la obra de Saint de
Exupéry es altamente filosófica por diversas razones. Aquí sólo presentaré dos.
La primera es por cuestionar la construcción de un mundo absurdo que la
humanidad ha realizado. Para dar cuenta de ello, el principito narra su visita
a otros asteroides, en donde encuentra a seres sumamente solitarios, vanidosos,
viciosos y ambiciosos. Esto visibiliza cómo las personas han construido un
mundo en donde lo importante está relacionado con el dinero y no a la esencia
de las cosas. Como ejemplo, el principito habla de cómo un niño y un adulto
perciben de manera distinta a un amigo y a una casa. El niño cuando conoce a un
amigo o ve una casa que le gusta, se interesa por su esencia, por los detalles
más profundos que componen a los individuos o a las cosas. Sin embargo, los
adultos no se interesan por los detalles profundos, sino por los aspectos
superficiales que tienen más relación con el dinero y la producción de las
cosas.
Por eso, el principito menciona lo siguiente:
A los mayores les gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial del mismo. Nunca se les ocurre preguntar: «¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Le gusta coleccionar mariposas?» Pero en cambio preguntan: «¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?» Solamente con estos detalles creen conocerle. Si les decimos a las personas mayores: «He visto una casa preciosa de ladrillo rosa, con geranios en las ventanas y palomas en el tejado», jamás llegarán a imaginarse cómo es esa casa. Es preciso decirles: «He visto una casa que vale cien mil francos». Entonces exclaman entusiasmados: «¡Oh, qué preciosa es!».
Antoine de Saint-Exupéry
La segunda razón de considerar a la obra El Principito con ciertos
tintes existencialistas, se debe a que en la narración se encuentra la historia
del principito y el zorro. En este pasaje, un zorro se le acerca al
protagonista para solicitarle que lo domestique. El niño no sabe qué significa
domesticar y se lo pregunta a su nuevo amigo. Él le entrega una breve y clara
definición: “significa crear vínculos”.
Aunque parezca una definición inocente, crear vínculos es responsabilizarse
por el otro, tal como menciona el zorro: “Los hombres han olvidado esta verdad
-dijo el zorro-, pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de
lo que has domesticado”.
Esto puede significar, de acuerdo al existencialismo sartreano, que la
esencia de la existencia radica en las acciones que tomamos en vida y cómo
afectan o benefician a terceros. Es decir, la existencia del humano radica en
cumplir las obligaciones que se ha propuesto a llevar a cabo el sujeto mientras
viva.
Por tanto, en la obra de Exupéry, el principito decide cuidar de su flor y
el zorro; el piloto, por otra parte, decide cuidar del principito y, así,
continuamente, cada personaje toma una responsabilidad en su toma de decisiones
para salir de diversas problemáticas, como encontrar agua, reparar un motor y
sobrevivir de un accidente en el Sahara.
Con estos ejemplos, se puede observar cómo la obra El Principito explica su
más famosa frase: “lo esencial es invisible para los ojos”, pues aparentemente
es sólo una narración de un hombre que necesita salir de un apuro, pero que si
se lee a profundidad este texto, se puede encontrar que la existencia humana
radica en una toma de decisiones responsables para que el mundo funcione, no
por nada, alguna vez Jean Paul Sartre mencionó que “la obra de arte, tómesela
por donde se la tome, es un acto de confianza en la libertad de los hombres”.