Marina Tsvietáieva (1892-1941) fue una de las escritoras rusas más importantes del siglo XX. Es reconocida por su
ardua labor como prosista y poeta en una época donde el mandato de Stalin y el
régimen comunista no le permitieron acceder a una vivienda ni al trabajo.
Debido a estas condiciones, su hija Irina fue enviada a un orfanato en donde no
le brindaban las condiciones mínimas de bienestar o alimentación y, en
consecuencia, Irina murió de hambre.
Vivió exiliada en Francia por más
de una década. Posteriormente, regresó a su país para continuar con su vida.
Sin embargo, su hija Ariadna y su esposo Serguéi Efrón fueron arrestados por
una situación política. Marina luchó por sacarlos de prisión, pero a su marido
lo fusilaron y a su hija la mandaron al Gulag.
Lamentablemente, por todos los sucesos
que ocurrieron en su vida y, por los conflictos sociales que existían con la Alemania
nazi, Marina decidió suicidarse el 31 de agosto de 1941.
Las reflexiones presentadas en
esta sección provienen de su libro Locuciones de la Sibila, que son una
recopilación escogida de toda su obra y que, en su conjunto, forman una serie
de aforismos.
10 enseñanzas de Marina Tsvietáieva
1. Hay que escribir solamente
aquellos libros de cuya ausencia se sufre. En pocas palabras: los propios
libros de cabecera.
2. Hay palabras mágicas, mágicas
fuera de su sentido, únicamente por su sonoridad, físicamente mágicas, palabras
que, antes de haber dicho, ya significan algo, palabras con sentido y
significado propios, que no necesitan del intelecto sino únicamente del oído,
las palabras vinculadas al lenguaje de los animales, al de los niños y al de
los sueños.
3. Existen libros tan vivos que
temes que mientras los estás leyendo ya hayan cambiado, mientras tú vivas, el
libro también vive, al igual que un río pasa y se va. Nadie ha entrado dos
veces en el mismo río. ¿Habrá entrado alguien dos veces en el mismo libro?
4. No conozco influencias literarias,
conozco influencias humanas.
5. En el transcurso de un mes se
puede reconocer una mala bota; para reconocer una obra de arte mala, a menudo
se requiere un siglo. (…) Aquí nos enfrentamos con la calidad del material de
las botas y de los versos, y con todas sus consecuencias: con la precisión de
la materia y la imprecisión del espíritu.
6. Lo escandaloso de la vida
privada de por lo menos la mitad de los poetas es sólo la purificación de la otra
vida: para que allí haya pureza.
7. El pueblo, en los cuentos, ha
interpretado el sueño de los elementos; el poeta, en el poema, ha interpretado
el sueño del pueblo, el crítico (¡en un nuevo poema!) ha interpretado el sueño
del poeta. El crítico: la última instancia en la interpretación de los sueños.
La penúltima.
8. El poeta (todo el que está
relacionado con el arte, pero sobre todo el poeta) lleva siempre el estigma
especial de la incomodidad, con el que puedes reconocerle incluso en su propia
casa. Es un emigrante de la inmortalidad al tiempo, un desertor de su cielo.
9. El matrimonio del poeta con el
tiempo es un matrimonio forzado. Un matrimonio del cual, como de cualquier
violencia sufrida, el poeta se avergüenza y del cual se desunen -los poetas del
pasado hacia el pasado, los actuales, hacia el futuro- ¡como si el tiempo fuera
menos tiempo por no ser mío!
10. Inspirar un poema supone mucho más que escribirlo.