SONETO XXXII
Si tras ese buen día en que la muerte
cerril me torne en polvo, releyeras
los pobres versos torpes, casualmente,
de quien te amó y descansa bajo tierra,
compáralos con lo que ahora se estila
y, aunque todas las plumas sean mejores,
retenlos por mi amor, no por su rima,
menguada ante la talla de otros hombres.
Me basta con que pienses con cariño:
«Con una musa propia de este tiempo,
su amor, seguramente, habría parido,
por no quedar atrás, mejores versos;
mas como ha muerto, ¿qué valoro yo?
En otros, el estilo; en él, su amor».
WILLIAM SHAKESPEARE