El juego siempre fue un factor importante para los vanguardistas, porque consideraban
que los aspectos lúdicos eran indispensables para refrescar y renovar las obras
literarias o plásticas de los artistas. De hecho, Tristan Tzara, uno de los
máximos representantes del dadaísmo, comentaba que, para hacer un poema dada,
era necesario recortar palabras de un periódico, colocarlas dentro de una
bolsa, agitar, y después ir sacando las palabras al azar para pegarlas en un
papel y así obtener un poema.
Estas acciones generaban una postura en contra de las normas académicas para crear arte. Por tanto, el juego rompía con la actitud seria y hermética de los grupos intelectuales de inicios del siglo XX y, de esta manera, abría paso a nuevas posibilidades de concebir un arte antiestético y antinormativo.
Tras la influencia dadaísta, posteriormente, los surrealistas crearon su
propio juego: el cadáver exquisito, o en francés “Le cadavre exquis”.
Este método de creación, era un juego de consecuencias. Es decir, una persona dibujaba
o colocaba una frase sobre un papel, luego lo pasaba a la siguiente persona
para continuar con la obra y así, de manera consecutiva, se pasaba la hoja hasta
que se terminara un poema, un cuento, o una pintura.
A través de los cadáveres exquisitos existía una idea colectiva de una
obra, rompiendo con la idea del trabajo individual del artista. André Breton
mencionó sobre los cadáveres exquisitos lo siguiente: “Lo emocionante para
nosotros en ese tipo de producciones era la certeza de que, para bien o para
mal, representaban algo que no era posible por el trabajo de una sola mente”.
Cadáver exquisito (1938). Victor Brauner, Jacques Hérold, Violete Hérold, Tanguy, Ubac. |
Breton, siendo uno de los máximos representantes del surrealismo, participó
con sus compañeros en la creación de cadáveres exquisitos, principalmente con Marcel Duchamp, Benjamin Péret, Yves Tanguy y Pierre Reyerdy. Este grupo utilizó
diversas técnicas para elaborar sus obras, pues utilizaron el dibujo o el
collage para generar obras surrealistas.
De esta manera, nacieron figuras que aparentemente carecían de sentido, pero que le daba el estilo y la identidad de una vanguardia que estaba cansada de un racionalismo imperante en la creación del arte del siglo XX.