¿CUÁNTAS VECES REESCRIBO?
HARUKI MURAKAMI
¿Cuántas veces reescribo? A pesar de lo directo de la pregunta no puedo dar un número exacto. Reescribo innumerables veces en las primeras etapas; reescribo después de entregar el texto a la editorial y recibir las primeras galeradas. Reescribo y reescribo una y otra vez hasta el extremo de aburrir a todo el mundo, y vuelvo a corregir las pruebas cuando me las mandan de nuevo. Ya he dicho antes que para este trabajo hace falta perseverancia, pero para mí eso no implica sufrimiento. Me gusta el empeño machacón y martilleante de leer una y otra vez las frases para comprobar sus resonancias, cambiar el orden e incluso expresiones o detalles en principio insignificantes. Me siento muy satisfecho cuando veo cómo las pruebas que me envía la editorial se emborronan con correcciones y los diez lápices HB que tengo encima de la mesa se van acortando cada día un poco más.
No sé por qué, pero ese proceso me divierte. No me aburriría aunque tuviera que hacerlo hasta el infinito. Raymond Carver, un autor al que admiro y respeto, era también un maniático de esa mecánica del martillo. Escribió haciendo suyo el leitmotiv de otro autor: «Al fin he entendido que una novela se perfecciona después de releerla, de quitarle algunas comas y volver a leerla una vez más para poner las comas en el mismo sitio donde estaban». Entiendo perfectamente lo que quiere decir. He pasado muchas veces por esa experiencia. Al escribir una novela se llega a un punto delicado en el que se tiene la impresión de haber alcanzado un límite a partir del cual todo empeorará si volvemos a traspasarlo. A eso se refieren esas comas que desaparecen para aparecer de nuevo.