Cuando se habla de poetas malditos, regularmente, aparecen los artistas que
Paul Verlaine mencionó en su libro Los poetas malditos, quienes son: Tristan
Corbière, Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé y Auguste Villiers de L’Isle-Adam.
Sin embargo, en pocas ocasiones se menciona que, gracias a la influencia de Rimbaud, Verlaine incluyó a diversas escritoras en su ensayo y las adjetivaba como “malditas”. Aunque es necesario aclarar que el escritor francés tenía una concepción distinta del malditismo respecto a las poetas.
Esto se debe a que la sociedad francesa del siglo XIX no era tan abierta y,
en consecuencia, las poetas eran “mal vistas” si bebían demasiado, si consumían
opio o si decidían ser libres de manera sexual. No obstante, Paul Verlaine
consideró otros aspectos que determinaban que Marceline Desbordes-Valmore,
Luisa Collet, Amable Tastu y Anaïs Segalas eran poetas malditas.
Aunque son diversas escritoras, Paul sólo habló a profundidad de Marceline.
Con la obra de la artista determinó algunos parámetros para referirse al
malditismo de las autoras:
Ir en contra de la época
En el siglo XIX ya se había mostrado de manera histórica que existían
grandes obras literarias escritas por mujeres. Aunque la evidencia era
demostrable, la sociedad francesa no consideraba que los aportes que las mujeres
habían realizado a través de los siglos, eran importantes.
En este contexto, cuando Verlaine leyó la obra de Marceline Desbordes-Valmore, todos sus estereotipos desaparecieron, principalmente, el estereotipo
de que sólo las mujeres hablaban de cosas románticas y dulces en la literatura.
Por tal motivo, opinó lo siguiente sobre Marceline:
¡Qué cálidos son sus cantos de juventud, sus recuerdos de mujer hecha y derecha, sus temblores maternales! ¡Dulce y sincero y… todo lo demás! ¡Qué paisajes, qué amor a los paisajes! ¡Y qué pasión más casta, discreta y no por eso menos fuerte y conmovedora!
Paul Verlaine en Los poetas malditos
Un estilo disruptivo y propositivo
A pesar de que Marceline fue una poeta y actriz de finales del siglo XVIII
e inicios del XIX, su poesía no se centraba en aspectos lógicos provenientes de
la Ilustración, tampoco sus versos podían ser considerados totalmente dentro
del Romanticismo, pues como menciona Paul Verlaine, el estilo de Marceline iba
mucho más lejos, debido a que trataba temas duros, sin encantadoras diligencias,
arrogantes y con un alto sentido común que rememora los versos de Safo y Santa
Teresa.
En consecuencia, el malditismo también es una cuestión de temática, estilo y desarrollo de la escritura.
Rebelarse en contra de los grupos literarios
Durante el siglo XIX, surgieron una gran cantidad de grupos literarios, la
mayoría de ellos estaban conformados por hombres y no existía una apertura
general. Así, ellos decidían qué publicar y qué no. Ante esta desigualdad, las
mujeres se rebelaban al escribir en el anonimato o fuera de los grupos
literarios. Así, mostraban una disrupción por no obedecer y estar fuera de los
cánones conservadores literarios.
En este sentido, Marceline Desbordes-Valmore escribió sin importar
pertenecer a un grupo y continuó desarrollando su obra sin importar que no
existieran grandes oportunidades.
Te escribo, aunque ya sé que ninguna mujerdebe escribir;lo hago, para que lejos en mi alma puedas leercómo al partir.No he de trazar un signo que en ti mejor grabadono exista ya.De quien se ama, el vocablo cien veces pronunciadonuevo será.Marceline Desbordes-Valmore | "Una carta de mujer"