Hablemos del teatro de Alejandra Pizarnik, sí, es algo extraño hablar de la
prosa de Pizarnik, debido a que es más conocida por ser poeta y por decidir
quitarse la vida en 1972. Y, aunque, el suicidio consagra a muchos artistas en
diversas sociedades, porque aún se tiene una idea romántica del siglo XIX en
donde pintores, escritores y poetas que dan su vida por el arte, son
considerados mártires.
Sin embargo, en la actualidad, no puede ser visto de esa manera, debido a
que, como declara Ana Nuño en su “Prólogo” a la Prosa completa, de
Alejandra: el suicidio está más relacionado con problemas que sucedieron en la
vida de la escritora y no tanto por la creación de su obra.
Por tanto, recordar a Pizarnik como una artista solamente ligada al
suicidio, es un acto primario que lleva a interpretaciones sin análisis
artísticos o literarios, sino sólo a juicios sin fundamentos.
Teniendo en cuenta estos aspectos, me enfocaré sólo a un breve análisis de la obra Los perturbados entre lilas, de Alejandra Pizarnik.
Los perturbados entre lilas es una obra de teatro escrita en 1969,
cuya temática es difícil de definir, debido a que la obra de Pizarnik forma
parte del “Teatro del absurdo”. Hay que recordar que este tipo de teatro rompe
con la linealidad narrativa, con los elementos aristotélicos y con la
coherencia discursiva. Es decir, esta pieza teatral no es tan sencilla de digerir,
debido a que todos los elementos que conforman la obra literaria, son una
metáfora que se interpreta desde la poesía y no tanto desde una perspectiva lógica.
En este sentido, en Los perturbados entre lilas, el lector se
enfrenta a una narrativa que aparentemente no cuenta con una intriga definida,
ni con diálogos continuos que den coherencia a lo que dicen los personajes,
tampoco encuentra una escenografía común que muestre la esencia de un tiempo o
un lugar específico.
Y, aunque parezca que estos elementos no tengan una coherencia definida,
son indispensables para crear un ambiente que simule lo absurdo de la
existencia humana. Por tanto, el teatro del absurdo, intenta desvelar que la
condición humana no es coherente y tampoco tiene un sentido específico. Dicho
esto, hasta cierto punto, la obra de Pizarnik, así como la de Beckett o Ionesco
recaen en lo pesimista, mostrando y cuestionando ciertos aspectos
existencialistas que componen la condición humana.
Por tanto, para leer Los perturbados entre lilas, es recomendable conocer un poco sobre el existencialismo y la historia del teatro, porque sino el lector sólo encontrará una obra extraña, que carece de sentido, pues la mayoría de los personajes aparecen en triciclos y comienzan a entablar conversaciones que critican el nacimiento del lenguaje y el envilecimiento de las palabras en la creación del mundo.
Además, no se habla con claridad si los personajes son maniquíes, si son el
producto de un sueño o si están muertos y se hallan hablando desde el más allá.
No existe un detalle único de los personajes, porque también la obra recobra tintes surrealistas, ya que la narración sugiere una atmósfera onírica, pues
incluso una muñeca cobra vida y es tratada con todo el cuidado que necesita un
infante.
Ante esta rareza de aspectos que conforman la obra, surge una pregunta:
¿Estos elementos incoherentes qué significan en el teatro de Pizarnik? Existen
múltiples interpretaciones al respecto, pero aquí sólo ofreceremos una, que es
la siguiente:
Los perturbados entre lilas es una obra que refleja los intereses
literarios y filosóficos de Pizarnik, principalmente su gusto por el surrealismo, el existencialismo y el absurdo. Con esto, Alejandra entrega una
obra que critica severamente los avances que la sociedad ha obtenido mediante
el razonamiento lógico. Por eso, los personajes otorgan una cantidad inmensa de
diálogos que no tienen conexión y, en consecuencia, algunas veces hablan del
lenguaje, de las sombras, de la muerte y el silencio.
Y es que estas temáticas no se encuentran aisladas, sino que, en su conjunto, reflejan el absurdo en el que vive la humanidad, porque las creencias no bastan para explicar la existencia ni el objetivo de cada persona. Por tal motivo, Segismunda, el personaje principal, se pregunta si alguna vez “encontraremos refugio allí donde comienza la realidad verdadera”. Es decir, la obra es una crítica hacia el sinsentido de la vida y su eterno cuestionamiento. Incluso en las primeras páginas de la obra, las acotaciones sugieren que todo lo que sucede es un sueño, pero no hay que quedarnos con esa sola idea, sino también puede que la existencia de los personajes indique que pertenecen al más allá.
Esto es lo mejor del teatro de Pizarnik, porque nunca existirá una sola
verdad sobre la interpretación de su obra, sino una gran cantidad de
interrogantes que, en ocasiones, parece una gigantesca burla que fue creada a
través del lenguaje.
En conclusión, la obra es un sinfín de dudas que no necesariamente entrega respuestas,
puesto que los finales abiertos en ocasiones, pueden ser más interesantes que
el cierre de una obra que tiene lógica. Tal vez, por estos motivos, Alejandra escribió lo siguiente: “No necesito sugerencias acerca de probables epílogos.
Estoy hablando o, mejor dicho, estoy escribiendo con la voz. Es lo que tengo:
la caligrafía de las sombras como herencia”.