En la película La pianista, del director Michael Haneke, surge una
de las preguntas más recurrentes en la literatura: ¿De qué hablamos cuando
hablamos de amor? Y, aunque, se piense que este sentimiento sólo tiene un
significado, porque regularmente se cree que está constituido por todos los
buenos valores de la humanidad. En realidad, es mucho más complejo, ya que, en
el filme, Erika, quien es la protagonista, le escribe una carta a su amado,
confesándole que es masoquista y que le encantaría someterse a sus órdenes.
Walter al descubrir la forma de amar de Erika, se le hace un acto muy
extraño, porque él concebía al amor de diferente manera. Y, en consecuencia, no sabe actuar ni
corresponder el amor de Erika.
Ante estos eventos, sale a la luz una frase muy reconocida de Lacan, que es la siguiente: “Amar es dar lo que no se tiene a quien no es”. Esto puede significar un sinnúmero de cosas en las teorías del psicoanálisis. Sin embargo, si se aplica a la literatura, podría referirse a que el sentimiento que se conoce como amor, no necesariamente posee los mejores valores, tampoco corresponden a elementos que tengan buenas actitudes éticas, sino que el amor también puede ser un sentimiento creado con elementos que se consideran perversos.
Por eso, el amor en La pianista es un choque continuo con el otro, porque no poseen los mismos valores ni la misma educación sobre dicho sentimiento. Y, peor aún, el amor se convierte en un elemento con dos significados distintos, que ni la protagonista, ni su amante pueden otorgar. Por este motivo, se aman, pero de distinta manera y, lamentablemente, no lo pueden ofrecer, porque el otro lo rechaza al no reconocerlo.
Y, aunque parezca un tema bastante novedoso, esto ya ha sido abordado en la
novela La venus de las pieles, de Leopold Von Sacher Masoch, y en el
libro de cuentos De qué hablamos cuando hablamos de amor, de Raymond
Carver.
En el primer libro se narra la historia de Severin Kusiemski y Wanda Dunaiew,
una pareja en la que deciden tomar roles masoquistas, siendo Severin, el agente
pasivo y, Wanda, el agente activo. Es decir, el personaje masculino decide ser el
sumiso y el personaje femenino ser la dominatriz. Sin embargo, no sólo se trata
de asuntos bastantes básicos en donde se golpean y maltratan, sino que es una
pareja que intenta demostrar su amor al otro, pero ninguno entiende lo que está
sucediendo.
En consecuencia, ofrecen una concepción de amor bastante diferente que
ninguno de los dos comprende y, lamentablemente, esto les genera bastantes
problemas emocionales y sociales que, al final, deciden escapar el uno del
otro, dejando todo sólo en la memoria.
Por otra parte, en el libro de cuentos de Raymond Carver, resalta su relato
“¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?” En esta narración aparecen dos
parejas platicando sobre un tema que es aparentemente básico: el amor.
Cabe resaltar que, en esta narración, no es un sentimiento romantizado en el
que las personas se regalan flores, salen por cafés y visitan lugares mágicos,
sino todo lo contrario. En “¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?” aparecen
experiencias bastante extrañas sobre lo que han vivido o visto los personajes alguna
vez en su vida, por ejemplo, el caso de Mel y Teresa es un poco singular,
debido a que la ex pareja de Teresa era un tipo que la golpeaba, la maltrataba y, al final, cuando se separaron, él se dio un tiro.
Aunque todos los personajes definían que ese tipo de amor era tóxico, para
Teresa era una forma distinta de amor que ella entendía completamente: “No me
amaba de la forma que tú me amas. No estoy diciendo eso. Pero me amaba”. Es
decir, la esposa de Mel tenía una concepción distinta del amor que se le hacía
raro a todos los personajes del cuento. Por este motivo, se observa que dicha
pareja tiene grandes problemas de comunicación y de expresar su amor, porque no
cuentan con la misma concepción de dicho sentimiento y, en consecuencia, no
pueden ofrecerlo, pero intentan comprenderlo, aunque no lo entiendan.
En sí, este dilema del amor, nos permite indagar tanto en el cine como en la literatura, sólo para darnos cuenta que las definiciones de este sentimiento son diversas y, lamentablemente, en la sociedad sólo se considera una concepción, que es la romantizada: un amor ideal que nos acompañará hasta nuestros últimos días. No obstante, el amor puede ser un elemento pasajero y nada compatible con el otro. No por nada, Platón nunca supo definirlo en su famoso discurso El Banquete.