“La noche boca
arriba” se basa en parte en una experiencia personal. Tendría que haber dicho
ya (aprovecho para decirlo ahora porque puede ayudar a quienes buscan la
lectura más profunda posible de algunos cuentos míos y no quedarse sólo en la
primera proposición) que en mi caso los cuentos fantásticos han nacido muchas
veces de sueños, especialmente de pesadillas. Uno de los cuentos que la crítica
ha trabajado más, al que ha buscado infinidad de interpretaciones, es un
pequeño cuento que se llama “Casa tomada”, el primer cuento de mi primer libro
de cuentos, resultado de una pesadilla que soñé una mañana de verano. Me
acuerdo perfectamente de las circunstancias y la pesadilla era exactamente lo
que luego fue el cuento, sólo que en la pesadilla yo estaba solo y en el cuento
me desdoblé en una pareja de hermanos que viven en una casa en donde se produce
un hecho de tipo fantástico. Recuerdo perfectamente el desarrollo de la
pesadilla que sigue exactamente el cuento; más bien viceversa: el cuento sigue
exactamente la pesadilla. Me desperté bajo la sensación angustiosa del último
minuto de la pesadilla y recuerdo que tal como estaba, en pijama, salté de la
cama a la máquina de escribir y esa mañana escribí el cuento, inmediatamente. El
cuento contiene todavía la pesadilla, sus elementos directos; hay simplemente
el desdoblamiento de los personajes y los aportes de tipo intelectual,
referencias de tipo culto, de literatura, la historia del momento, la
descripción de la casa. Todo eso fue incorporado mientras escribía pero la
pesadilla seguía ahí presente. Los sueños han sido pues uno de los motores de
mis cuentos fantásticos, y lo siguen siendo.
“La noche boca
arriba” es casi un sueño y es quizá todavía más complejo. Tuve un accidente de
motocicleta en París en el año 53, un accidente muy tonto del que estoy
bastante orgulloso porque para no matar a una viejita (después de la
investigación policial se supo que estaba muy viejita y confundía el verde con
el rojo y creyó que podía bajar y empezar a cruzar la calle en el momento en el
que habían cambiado las luces y era yo el que podía pasar con la moto) traté de
frenar y desviarme y me tiré la motocicleta encima y un mes y medio de hospital.
En ese mes y medio con una pierna malamente rota (ustedes ya han visto que
cuando a mí se me rompe una pierna, se me rompen muchas es una superficie muy
amplia), con una infección, una casi fractura de cráneo y una temperatura
espantosa, viví muchos días en un estado de semidelirio en el que todo lo que
me rodeaba asumía contornos de pesadilla. Algunas cosas eran muy hermosas, por
ejemplo, la botella con el agua la veía como una burbuja luminosa, me encantaba
mi botella de agua que alcanzaba a ver moviendo la cabeza. Estaba cómodo y
tranquilo y de golpe me vi de nuevo en la cama; en ese momento, el peor después
del accidente, todo estuvo ahí, de golpe vi todo lo que venía, la mecánica del
cuento perfectamente realizada, y no tuve más que escribirlo. Aunque lo crean
una paradoja, les digo que me da vergüenza firmar mis cuentos porque tengo la
impresión de que me los han dictado, de que yo no soy el verdadero autor.
No voy a venir
aquí con una mesita de tres patas, pero a veces tengo la impresión de que soy
un poco médium que transcribe o recibe otra cosa.