Olas de duelo en la escritura autobiográfica de Joan Didion | MÁS LITERATURA

 

Joan Didion Portada

Por: María Yolanda García Ibarra*

 

Desde una glamurosa distancia emocional, Joan Didion escribe[1] para combatir el olvido, para mostrar los cambios de percepción ante la muerte. Como madre y esposa informa cómo irrefutablemente el mundo cambia, se desmorona, te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba en la tranquilidad de un instante. La mujer fuerte, reciente viuda, debe llenar papeles de hospital; limitada a sentarse en la cama, debe descolgar, marcar números, pronunciar sólo palabras correctas, volver a descolgar y seguir informando. Didion palpa, roza la consistencia de las circunstancias para saber cómo le afectan, cómo se resisten o entregan. Anuncia no entender y confiesa: el dolor por la muerte de un ser querido, cuando llega, no es en absoluto como esperamos que seaes un nudo en la garganta, es ahogo y necesidad de suspirar.

 

Su escritura autobiográfica convoca a pensar el yo como ese lugar enrarecido, engañoso, a veces imposible de alcanzar e infinitamente multiplicable. La muerte trae consigo ciertos matices de indecibilidad o sin sentido: el dolor por la muerte de un ser querido es otra cosa. Carece de distancia. Viene en forma de oleadas, de paroxismos, de premoniciones repentinas que debilitan las rodillas, ciegan los ojos y cancelan la normalidad de la vida. Prácticamente todo el mundo que ha experimentado el dolor por la muerte menciona este fenómeno de las «oleadas». Es difícil escribir sobre una aflicción misteriosa, de causas conjeturales, sin cura. La única certidumbre que tenemos es que no existe remedio inmediato, durante ese período indeterminado que denominamos duelo, es como si estuviéramos en un submarino, en silencio sobre el lecho oceánico, sintiendo las cargas de profundidad, a veces cercanas y a veces lejanas, que nos azotan con recuerdos. Didion expone qué hacer mientras dura, conforme pasa ese primer año, en ese crepúsculo azul desde donde parece que el día no va terminar nunca. Sucede que, para muchos, la mujer fuerte da la impresión de entender que la muerte es irreversible y no es así, la fortaleza no alcanza, te sientas a cenar y la vida cambia. La muerte de un otro, descoloca, desencadena, libera recuerdos o sensaciones que creíamos olvidados.

 

La mayoría de los manuales realizados por psicólogos y trabajadores sociales para lidiar con la situación son inútiles, sentencias como: no bebas mucho, no te gastes el dinero del seguro de vida en redecorar la sala de estar o apúntate a un grupo de apoyo sólo sirven para reforzar que el shock genera incredulidad e insensibilidad. Para muchos, existe al parecer, un tipo de duelo normalizado sin complicaciones, nerviosismo o hiperactividad del sistema autónomo. Didion no escatima en detalles, aun así sabe bien que el duelo tiene límites, una noche de recuerdos y suspiros lejos de la atención pública. El tiempo pasa y los recuerdos se borran. La memoria se adapta, la memoria se ajusta a lo que sea que creemos recordar:

 

Sé qué es lo que estoy experimentando ahora. Conozco la fragilidad y conozco el miedo. Uno no teme por lo que ha perdido. Lo que ha perdido ya está en el muro. Lo que ha perdido ya está al otro lado de las puertas cerradas. Uno teme por lo que todavía no ha perdido. Me dieron una niña para que la cuidará y fracasé, le prometí que cuidaría de ella. Que no le iba a pasar nada. Promesas que yo no podía cumplir. Yo no podía cuidar de ella siempre. No podía no marcharme nunca. Ella ya no era una niña. Era una adulta. En la vida pasan cosas que las madres no podemos impedir ni arreglar.

Las escrituras del yo no exponen verdad, desnudez o literalidad de la vida contada sino una serie muy versátil de recursos retóricos de autofiguración, imágenes seleccionadas de manera consciente e inconsciente que generan efectos determinados en determinados lectores; dan voz a máscaras, fantasmas o transformaciones y transportan hacia el reconocimiento de oscilaciones sensibles. Didion pertenece ahí, escrituras desde y para el otro que completa parte del retrato: entendemos su dolor, cuánto merece ser contado y las imposiciones de la cultura desde donde lo cuenta. En sintonía con una sociedad que ha hecho del individualismo el modelo de conducta predilecto, ella teje puentes, asistimos a una puesta de guiños, playas, boletos de avión. Umbrales de champaña rosada entre tartas de color melocotón, velos de tul y jazmines.

La autobiografía en femenino no está disuelta por crisis volubles, no es sólo un gesto de ciego; ante lo inevitable del desvanecimiento y la muerte del brillo, Didion expone a profundidad la tristeza, muestra con delicadeza detalles aparentemente periféricos, pero centrales en nuestra vida. Aparentemente la memoria es la única relación que podemos tener con nuestros muertos, desde ahí ella informa el modo para sobrevivir:

Todos sabemos que si queremos vivir, llega un tiempo en que debemos renunciar a nuestros muertos. Dejarlos ir, que sigan muertos. Dejarlos ir hacia las aguas. Dejarlos convertirse en la foto sobre la mesa. Saber esto no hace más fácil dejarlos ir. No quería que el año en el que ambos murieron acabara. Sabía que apenas comenzara el segundo año y los días pasaran, pasarían ciertas cosas. Mi imagen de ellos en el momento de su muerte sería algo que pasó en otro año. Mi sensación de John y Quintana vivos se volvería más remota, suavizada… transmutada en lo que sea que serviría mejor a mi vida sin ellos.

Más allá del simulacro o lo virtual, las variaciones estilísticas que propone, muestran qué tan necesaria es cierta amnesia para sobrevivir. La reconciliación interna de la escritora debe ser parte de nuestras conversaciones sobre literatura, es un ventanal para contemplar otras articulaciones en el espectro humano. Didion comparte lo importante de aprender a mirar cómo cambia la ola, de seguir con el oleaje cuando la vida cambia en la normalidad de un instante...

*María Yolanda García Ibarra (1989). Maestra en Filosofía Contemporánea Aplicada por la Universidad de Querétaro y candidata a Doctora en Filosofía por la Universidad de Gto. Ha publicado en medios digitales como Reflexiones Marginales y Denada Mx. Cuenta con ensayos académicos en los libros impresos “Imaginarios y representaciones estéticas de género en las artes” (2019, UACM) y en Filosofía Aplicada entre los problemas de la ciencia” (2021, UAQ). Actualmente investiga sobre medios digitales, sensibilidad, literatura y teoría crítica.



[1]El año del pensamiento mágico” (2005) corresponde al primer año de duelo después de la muerte de su esposo y “Noches Azules” (2011) trata sobre la muerte de su hija, Quintana. Ambos se encuentran disponibles en la editorial Literatura Random House.

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