Roberto Juarroz (1925-1995) fue
un poeta, ensayista, traductor y crítico literario argentino. Estudió Bibliotecología,
en Buenos Aires y, posteriormente, continúo su preparación académica en la
Sorbonne, en París.
Fue miembro de la Academia
Argentina de las Letras y catedrático en la Universidad de Buenos Aires. Ganó
diversos premios literarios, como el premio Estaban Echavarría (Argentina,
1984), el Bienal Internacional de Poesía (Bélgica, 1992), el Premio Konex
(Argentina, 1994).
Su poesía busca interrogar la
condición humana en todas sus formas, olvidándose de la métrica y de las reglas
académicas dictadas para la creación de versos. En este sentido, la poesía de Roberto
Juarroz también tiene algunos elementos de la antipoesía. Sin embargo, sus
versos no se dirigen totalmente al sentido común y a los dichos populares, sino
a lo ontológico, tal como menciona el poeta en una entrevista que realizó Gonzalo Márquez Cristo:
Yo creo que en último término la poesía busca más Ser en el hombre, más Ser en lo que el hombre hace. Busca a través del lenguaje, de un uso siempre distinto de la palabra, descubrir la fuente del Ser. O como dice Bachelard de una manera admirable en La intuición del instante: «La poesía es la metafísica instantánea»; o sea, no la metafísica discursiva de la filosofía, sino la penetración en las últimas zonas de lo real para provocar una revelación que se da a través de la imagen, de la palabra, de esa trasposición que es siempre la poesía. Por eso Aldo Pellegrini dice en algún texto que la poesía es una mística de la realidad, y más adelante agrega algo que me parece extremadamente importante: «La puerta de la poesía no tiene llave ni cerrojo, se defiende por su calidad de incandescencia. Sólo los inocentes que tienen el hábito del fuego purificador, que tienen dedos ardientes, pueden abrir esa puerta y por ella penetrar en la realidad. La poesía pretende cumplir la tarea de que este mundo no sea sólo habitable para los imbéciles».
En este sentido, la poesía de
Juarroz es una búsqueda constante de la esencia humana, la naturaleza, la
realidad y la construcción social que se ha hecho con ella. Dicho esto, es
indispensable recordar a Roberto Juarroz con uno de sus más famosos poemas: “El
amor empieza cuando se rompen…”.
El amor empieza cuando se rompen…
El amor empieza
cuando se rompen
los dedos
y se dan vuelta las solapas del traje,
cuando ya no hace falta pero tampoco
sobra
la vejez de mirarse,
cuando la torre de los recuerdos, baja o
alta,
se agacha hasta la sangre.
El amor empieza
cuando Dios termina
Y cuando el hombre cae,
mientras las cosas, demasiado eternas,
comienzan a gastarse,
y los signos, las bocas y los signos,
se muerden mutuamente en cualquier
parte.
El amor empieza
cuando la luz se agrieta como un
muerto disfrazado
sobre la soledad irremediable.
Porque el amor es
simplemente eso:
la forma del comienzo
tercamente escondida
detrás de los finales.