Sor Juana Inés de la Cruz: religión, rebeldía y poesía | MÁS LITERATURA

 

Sor Juana Inés de la Cruz Poemas

Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana nació en San Miguel Nepantla, el 12 de noviembre de 1651. Es considerada una de las máximas exponentes de la poesía mexicana, incluso Octavio Paz dedicó todo un libro sobre su vida y obra.

Sor Juana Inés de la Cruz comenzó su educación a temprana edad. A los 3 años aprendió a leer y escribir gracias a las lecciones que su hermana le brindaba a escondidas. A la edad de 8 años escribió su famosa loa al Santísimo Sacramento. Posteriormente, aprendió latín en veinte lecciones gracias a su gran disciplina. Se cuenta que Sor Juana era tan estricta con ella misma que cada vez que no aprendía una lección de lo que estudiaba, se cortaba un pedazo de cabello porque, según sus ideas, no le era justo que su cabeza tuviera un adorno tan hermoso, pero carente de ideas.

Por consecuencia de su época, Juana Inés de Asbaje tuvo una educación religiosa. Durante su adolescencia ingresó al Convento de Santa Teresa la Antigua y después asistió al Convento de San Jerónimo. Su interés por continuar estudiando, era muy amplio. Sin embargo, por vivir en el siglo XVII, se enfrentaba a una sociedad machista que no permitía acceder a las mujeres a la universidad. Por tal motivo, Sor Juana se vistió de hombre para comenzar sus estudios universitarios y recibir las clases que deseaba.

En su madurez literaria, Sor Juana criticó severamente a la Iglesia y algunos aspectos sociales y políticos de la época, por ejemplo, en su Carta Atenagórica, argumentaba que el sermón del portugués António Vieira no tenía lógica cuando hablaba de la divinidad y la humanidad, pues en dicho texto, le recuerda al religioso que una de las más grandes finezas de Cristo no es la inmortalidad, sino la mortalidad humana:

Encarna el Verbo, y mide por nuestro amor la inmensa distancia de Dios a hombre; muere, y mide la limitada que hay de hombre a muerte. Y siendo así que aquélla es mayor distancia, cuando nos representa sus finezas y nos recomienda su memoria, no nos acuerda que encarnó y nos representa que murió: Hoc est Corpus meum, quod pro vobis tradetur; hoc facite in meam commemorationem. Pues ¿no nos podía decir Cristo: éste es mi Cuerpo, que por vuestro amor le tomé y me hice hombre? No, que la Encarnación no le fue penosa, ni obró luego nuestra redención; y quiere Cristo acordarnos su costo y nuestra utilidad, que son los dos términos que hacen perfecta una fineza, y que sólo comprende su Muerte, que es la mayor de sus finezas.

Esta crítica generó que Manuel Fernández de Santa Cruz, el obispo de Puebla, le solicitara a Sor Juana dedicarse por completo a la vida religiosa, abandonando la literatura. Este requerimiento provocó que la escritora mexicana le contestara con uno de sus más famosos textos: Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, declarando que las mujeres han aportado en muchos aspectos del conocimiento artístico y científico. Asimismo, indicó que para interpretar de mejor manera las escrituras sagradas, es indispensable conocer sobre temas filosóficos y literarios.

A pesar de defenderse en una época sumamente difícil para la mujer, Sor Juana terminó renunciando a sus libros, instrumentos musicales y aparatos científicos. No obstante, sus letras continuaron trascendiendo durante siglos.

Lamentablemente, a causa de una epidemia que comenzó a inicios de 1695, Sor Juana Inés de la Cruz muere ayudando a los enfermos. Por este motivo, recordamos con sus versos a la más grande poeta mexicana.



Éste que ves, engaño colorido

Éste que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;

éste, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores
triunfar de la vejez y del olvido,

es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado:

es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.



Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba

Esta tarde, mi bien, cuando te hablaba,
como en tu rostro y en tus acciones vía
que con palabras no te persuadía,
que el corazón me vieses deseaba;

y Amor, que mis intentos ayudaba,
venció lo que imposible parecía,
pues entre el llanto que el dolor vertía,
el corazón deshecho destilaba.

Baste ya de rigores, mi bien, baste,
no te atormenten más celos tiranos,
ni el vil recelo tu quietud contraste

con sombras necias, con indicios vanos:
pues ya en líquido humor viste y tocaste
mi corazón deshecho entre tus manos.



Amor empieza por desasosiego

Amor empieza por desasosiego,
solicitud, ardores y desvelos;
crece con riesgos, lances y recelos;
susténtase de llantos y de ruego.

Doctrínanle tibiezas y despego,
conserva el ser entre engañosos velos,
hasta que con agravios o con celos
apaga con sus lágrimas su fuego.

Su principio, su medio y fin es éste:
¿pues por qué, Alcino, sientes el desvío
de Celia, que otro tiempo bien te quiso?

¿Qué razón hay de que dolor te cueste?
Pues no te engañó amor, Alcino mío,
sino que llegó el término preciso.
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