“En la noche secular”, un poema de Margaret Atwood | MÁS LITERATURA

 



En la noche secular 

En la noche secular deambulas

sola en tu casa. Son las dos-treinta,

Todos te han abandonado,

o esta es tu historia;

lo recuerdas de los dieciséis,

cuando los otros estaban en algún lugar, pasándolo bien,

o eso es lo que sospechabas,

y tuviste que ser niñera.

Tomaste una inmensa bola de helado de vainilla

y llenaste el vaso con jugo de uva

y ginger ale, y pusiste a Glenn Miller

con su sonido big-band,

y encendiste un cigarrillo y voló el humo sobre la chimenea,

y lloraste por un momento porque no estabas bailando,

y bailaste, por ti misma, con la boca rodeada de púrpura.

 

Ahora, cuarenta años después, las cosas han cambiado,

y son pequeñas y tiernas habas.

Es necesario guardar un vicio secreto.

Esto es lo que se obtiene de olvidar comer

a las horas indicadas. Las cocinas cuidadosamente,

las escurres, les agregas crema y pimienta,

y despacio subes y bajas las escaleras,

recogiéndolas con tus dedos directo del tazón,

hablando contigo en voz alta.

Te sorprendería si tuvieras una respuesta,

pero esa parte vendrá después.

 

Existe demasiado silencio entre las palabras,

dices. Dices, La ausencia sentida

de Dios y la presencia sentida

equivalen a lo mismo,

sólo al revés.

Dices, tengo demasiada ropa blanca.

Comienzas a tararear.

Hace varios cientos de años

esto pudo haber sido misticismo

o herejía. No lo es ahora.

Afuera hay sirenas.

Alguien ha sido atropellado.

El siglo avanza implacablemente.


                                               Margaret Atwood


Traducción: Más Literatura

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