Al
igual que amas los libros que te hacen llorar, las sonatas que te han cortado
el aliento, los perfumes que te insinúan renunciamientos, a las mujeres
extraviadas entre el cuerpo y el alma, así sucede con los mares: te enamoras de
aquellos cuyo oleaje induce a ahogarse en su seno.
No
he buscado en el mediterráneo poesía ni violencias, ni tampoco turbulentas
vorágines en sus olas. A esas inclinaciones encontré respuesta sobre los
acantilados de Bretaña. Pero, ¿cómo olvidar un mar donde dejé mi pensamiento?
En
una memoria más corta que el presentimiento de eternidad de lo efímero,
guardaría la imagen y el reconocimiento del azul inhumano del mar decadente. En
sus orillas se hundieron imperios y tantos y tantos tronos del alma...
Cuando
el aire suspende su calma y la inmovilidad meridiana alisa las olas en medio de
un fulgor abstracto, entonces sé lo que es el Mediterráneo: lo real puro. El
mundo sin contenido: la base efectiva de la irrealidad. Sólo la espuma,
actualidad de la nada, continúa como si pugnara por ser...
Lo
único que podemos hacer es zarpar a alta mar. Sin deseos de echar el ancla. ¿No
es acaso el sentido de la inestabilidad agotar el mar? Que ninguna ola
sobreviva a la odisea del corazón. Un Ulises, con todos los libros. Una sed de
planicies marinas que tienen su origen en lecturas, un erudito vagar. Conocer
todas las olas...
“El
mediterráneo” es un aforismo que se encuentra en el Breviario de los
vencidos, de Emil Cioran.