Por: Ian Yetlanezi Chávez Flores*
Todos conocemos a Frankenstein,
Drácula o El castillo de Otranto. Estas grandes obras pueden considerarse
góticas, y no, no porque existan monstruos y se escondan en la oscuridad
representan lo maligno.
De hecho, lo gótico y lo
monstruoso no contrarían a la religión, sino que se acercan más a ella, porque
la finalidad de lo gótico y lo monstruoso es buscar lo divino.
Recordemos que este tipo de arte se
visibiliza más en la Edad Media, principalmente cuando los religiosos deseaban atraer
a más feligreses a los centros ceremoniales. Por tal motivo, las catedrales
apuntan al cielo y se encuentran repletas de vidrieras y rosetones para que la
luz divina alcanzara a estas personas.
Por otra parte, el significado de monstruo no tiene nada que ver con lo espantoso, sino que la etimología del latín monstruum se refiere a un ser prodigioso creado por los dioses, pero que se rebela ante ellos. De hecho, la figura más representativa del monstruo proviene de Lucifer, quien es una creación divina que se rebela ante su dios.
Teniendo en cuenta esto, durante
el Romanticismo, los escritores retomaron dichos elementos históricos para
crear cuentos y novelas. Además, crearon estas historias fantásticas, porque
estaban hartos de la lógica que imperaba en la Ilustración, donde el ensayo y
la enciclopedia eran las obras favoritas de los intelectuales.
Así que la narrativa gótica busca
reflejar una estética de lo siniestro y lo sublime, presentando personajes hermosos
que han caído en la oscuridad, y que habitan en lugares que nos remiten a la
Edad Media, como castillos y monasterios.
Por ejemplo, una de las obras más
importantes es El Castillo de Otranto, de Horace Walpole, porque esta novela es
considerada como el parteaguas de la literatura gótica, por el uso de lo
misterioso y lo irracional en la creación de personajes y atmósferas oscuras.
Su historia puede resumirse en unas breves líneas: Manfred lucha por conseguir
casarse con la prometida de su hijo, porque su hijo murió en un accidente
misterioso. Y cada vez que se avanza en la historia, uno descubre que los
personajes ocultan una verdad que se relaciona con el castillo.
Otra obra que resalta en la
narrativa gótica es la de Frankenstein, de Mary Shelley, quien escribe esta
novela porque aparece un invento muy importante en la humanidad: la luz
eléctrica.
En Frankenstein se busca crear a un
ser perfecto a través de la luz, sí, la luz es la metáfora de la divinidad del
siglo XIX. Además, un dato importante sobre esta obra es que Shelley se inspiró
en el mito de Prometeo, quien robó el fuego de la vida a los dioses para
entregárselo a los humanos. Con esto se representa el atrevimiento del ser
humano para crear vida en una época moderna. Y, como sabemos, la consecuencia
de enfrentar a los dioses es un castigo eterno.
Por último, la novela Drácula, de
Bram Stoker, muestra un escenario medieval con el castillo de Transilvania.
Así, el personaje Drácula se aleja de la luz, debido a que lo puede dañar
severamente. Es probable que esta novela se asemeje más a la historia de
Lucifer, en la que Dios quitó el brillo y volvió cenizas la esencia de una de
sus creaciones más hermosas.
Después de esta breve revisión de
la narrativa gótica, tú qué piensas sobre el tema.
*Ian Yetlanezi Chávez Flores es Licenciado en Letras Latinoamericanas y Maestro en Humanidades por la Universidad Autónoma del Estado de México. Fue asistente de investigación en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CDMX). Formó parte de un programa de investigación de la Universidad de Harvard (Policy and Institutional Research Program). Asimismo, realizó una estancia de investigación en el Instituto Centroamericano de Estudios Sociales y Desarrollo, en Guatemala. Fundó Más Literatura y ahora dirige dicha revista de divulgación cultural. Ha escrito Voyerismo en las escaleras y Open the door to Centroamérica.