Por: Ian Yetlanezi Chávez Flores*
Para comenzar a explicar las vanguardias literarias es necesario contextualizar algunos momentos históricos del siglo XIX y del siglo XX. Esto nos ayudará a comprender mejor este tipo de arte.
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Las vanguardias literarias fueron el producto de una constante ruptura de la tradición literaria que comenzó a mitad del siglo XIX, pues con la publicación de Las flores del mal, de Charles Baudelaire, comenzó un nuevo tipo de literatura que se independizaba de las temáticas románticas, realistas y naturalistas.
De hecho, con el libro El Spleen de París, Baudelaire comenzaba un estilo de prosa poética que rompía con la estructura rígida de la poesía, y también rompía con el uso de tópicos que se enfocaban en la lucha del humano contra la naturaleza, o la descripción ardua de la vida cotidiana de las personas.
Así, Charles Baudelaire renovaría el arte literario, porque abordaría temáticas que los artistas e intelectuales consideraban como inapropiadas en aquella época, por ejemplo, la maldad, la miseria, la hipocresía, el deterioro de los sujetos ocasionado por el desarrollo industrial, y la doble moral en la sociedad francesa.
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Con la influencia de Baudelaire, en Francia surgieron otros movimientos que deseaban romper con la tradición literaria que se imponía en la segunda mitad del siglo XIX.
De esta manera, el movimiento parnasianista cobró fuerza y relevancia en el mundo artístico, porque sus integrantes creían que el verdadero arte sólo era aquel que buscaba la belleza y no debía estar comprometido socialmente ni estéticamente. Es decir, el arte debía hacerse a través del arte. Un poema sólo podía existir si una pintura inspiraba al poeta.
Sin embargo, los parnasianistas estaban en contra de seguir los ideales del Romanticismo, las reglas del Realismo, o las normas del Subjetivismo. Para ellos, era importante que el arte fuera creado de manera objetiva y era necesario que se recuperaran algunas formas grecolatinas dentro de la poesía, como los sonetos de Petrarca.
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Después de que los parnasianistas impusieran sus reglas para crear arte, el movimiento simbolista decidió estar en contra de ellos, porque creían que ser objetivos en la poesía no les permitía expresar todo lo que representaba el humano. Por tanto, los simbolistas buscaban que sus poemas tuvieran una gran carga subjetiva, pues consideraban que el mundo era un misterio cargado de símbolos y el poeta era el único que podía descifrarlos.
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Con la aparición del libro Los poetas malditos, Paul Verlaine catalogó a un grupo de poetas cuyas obras rompían con los esquemas parnasianistas y simbolistas, porque vivían en un estilo bohemio y eran libres sexualmente a finales del XIX. Además de su vida altamente criticada, los poetas malditos retomaban temáticas y estructuras provenientes de la poesía de Charles Baudelaire. Y con estas acciones, volvían a declararle la guerra a todo tipo de poesía que no consideraba la vida misma como un elemento principal para la creación artística.
Después de las diferentes rupturas que existieron en la tradición literaria de finales del siglo XIX, ocurrió un gran suceso histórico a inicios del siglo XX. Este es el nacimiento del psicoanálisis de Sigmund Freud, quien postulaba la existencia del inconsciente y una serie de métodos para explorarlo y comprenderlo. Para ello, el padre del psicoanálisis se valió de diversas técnicas, como la terapia o incluso la cocaína y el análisis de los sueños.
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Teniendo en cuenta todo este panorama histórico podemos observar que el arte estaba en una continua ruptura de la tradición literaria. Por tanto, no podemos decir que las vanguardias surgen directamente de los conflictos bélicos, como la Revolución rusa de 1905 o la Primera Guerra Mundial. Es cierto, las guerras influyen, pero después de revisar de manera breve la historia de la literatura, podemos decir que las vanguardias son producto de un complejo proceso histórico y literario.
Ahora sí, después de todo esto, qué son las vanguardias literarias.
Las vanguardias literarias son diferentes movimientos artísticos en los que los escritores buscaron romper con cualquier tipo de esquema, estructura y tema proveniente de la tradición literaria. Su objetivo radicó en crear nuevas formas de expresión artística con diferentes propósitos. En algunos casos, se criticó severamente a la sociedad y a los gobiernos que entraban en guerra. En otros, exaltaban a la industria, la velocidad y la máquina. Y, aunque parezca extraño, en otros casos, las vanguardias también se burlaban de lo establecido, lo normal y buscaban en los sueños respuestas incoherentes sobre temas muy serios.
Veamos 3 movimientos artísticos vanguardistas:
Futurismo
El futurismo fue un movimiento de vanguardia de inicios del siglo XX. Comenzó en Italia con el Manifiesto futurista que fue publicado en la Gazzeta dell’Emilia, en Bologna.
El texto fue escrito por el poeta Filippo Tomasso Marinetti, quien invitaba a los artistas a rebelarse contra las formas establecidas en la literatura, porque él creía que las ideas se habían mantenido estáticas durante años, y esto no ofrecía nada nuevo a las personas del siglo XX.
Con esto, se entendía que el futurismo buscaba nuevas formas de creación artística, donde se apremiaba el movimiento continuo de la creación y, asimismo, se buscaba pelear para encontrar la belleza: el poeta luchaba contra las palabras.
En esta vanguardia, también se incluían nuevas tecnológicas, porque se entendía que las máquinas eran parte de nuestra vida. Es decir, el futurismo ya preveía que los humanos nos volveríamos autómatas en algún momento.
Dadaísmo
El dadaísmo fue un movimiento vanguardista que se originó en Suiza. Su máximo representante es el poeta Tristan Tzara, quien publicó el Manifiesto Dada, en 1918. En este texto, el poeta rumano explica que el dadaísmo no significa nada. Sin embargo, al leer el Manifiesto, se puede observar que uno de sus propósitos es rebelarse contra todos los preceptos académicos, contra la sociedad y contra la tradición literaria. De esta manera, con la literatura dada se busca la libertad artística con el objetivo de salir de toda normatividad y mostrar que lo que existe en el inconsciente y en la vida del ser humano es, hasta cierto punto, absurdo.
Surrealismo
Este movimiento de vanguardia nace después de la Primera Guerra Mundial, cuando la brutalidad y la destrucción arrasaron con todo lo que el humano había construido, y había aceptado como normal, natural e inamovible.
Guillaume Apollinaire, el famoso poeta francés, fue el primero en utilizar el término surrealismo para referirse a la combinación de las artes y así explorar la profundidad del alma y espíritu humano.
Con el paso del tiempo, André Breton terminaría escribiendo el Manifiesto del surrealismo, en 1924. En este texto le declara la guerra a la razón, a las formas estéticas académicas y a los artistas que intentaban mostrar una realidad coherente. Por estos motivos, Breton propone la escritura automática, es decir, escribir todo lo que venga a la mente, porque así se muestra el funcionamiento real del pensamiento.
Además, por haber trabajado en hospitales psiquiátricos durante la guerra y ser un gran erudito de la obra de Sigmund Freud, Breton decidió implementar la escritura mecánica para mostrar, en la literatura, el inconsciente y los sueños.
Con base en lo anterior, podemos comprender por qué muchas obras surrealistas no tienen una coherencia específica, ni una forma definida, como sucedía con los grandes artistas del pasado, pues el surrealismo rompe con todo lo estipulado, junta cualquier arte y muestra un mundo repleto de sueños realizados.
*Ian Yetlanezi Chávez Flores es Licenciado en Letras Latinoamericanas y Maestro en Humanidades por la Universidad Autónoma del Estado de México. Fue asistente de investigación en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CDMX). Formó parte de un programa de investigación de la Universidad de Harvard (Policy and Institutional Research Program). Asimismo, realizó una estancia de investigación en el Instituto Centroamericano de Estudios Sociales y Desarrollo, en Guatemala. Fundó Más Literatura y ahora dirige dicha revista de divulgación cultural. Ha escrito Voyerismo en las escaleras y Open the door to Centroamérica.