A mitad del siglo XIX, en algunas partes de Estados Unidos, la esclavitud era legal. Sin embargo, no todas las personas apoyaban dicha “legalidad”. Uno de los casos que más ha llamado es el de John Brown, un hombre blanco que estaba en contra de este precepto jurídico y social.
Brown consideraba que la lucha por alcanzar la equidad y el respeto de los derechos humanos, era pura retórica. Para él era más importante la acción que las palabras. Por tanto, creía que el único medio para combatir la esclavitud y la segmentación racial, era a través de una rebelión armada.
John Brown tuvo diversos seguidores que lo acompañarían hasta el día de su muerte. Y así fue: en 1859, Brown y sus aliados asaltaron la armería federal en Harpers Ferry, Virginia. El motivo de esta acción era apropiarse de cada una de las armas de dicho lugar, luego entregárselas a los esclavos y, por último, combatir contra todos los que estuvieran a favor de la esclavitud.
Lamentablemente, el plan de John Brown no resultó, pues fue capturado y juzgado por traición, asesinato e insurrección de esclavos.
Brown fue declarado culpable de todos los cargos y, 16 meses antes de la Guerra Civil, fue ahorcado públicamente.
Esta historia ha inspirado a diversos artistas afroamericanos, principalmente a Horace Pippin, un pintor autodidacta de Pensilvania, quien comenzó esta actividad como un método terapéutico para recuperarse de las terribles heridas luego de participar en la Primera Guerra Mundial.
En su cuadro “John Brown yendo a su ahorcamiento”, el artista recrea la anécdota de su abuela, quien dijo estar presente en dicho ahorcamiento.
La pintura de Horace Pippin enfatiza la empatía por la lucha contra la esclavitud. Por tal motivo, se percibe la sensación de luto y dolor en cada una de las figuras vestidas de color negro. Y, por último, en el cuadro se observa la figura de su abuela con un vestido azul, alejándose de la escena para negar su participación en dicho momento.