Alejandra Pizarnik vio publicadas 12 obras antes de poner fin a su vida; ganó el Premio Municipal de Poesía (1965); obtuvo la Beca Guggenheim en Artes América Latina y Caribe (1969) y la Beca Fulbright (1971).
A pesar de tener una impresionante vida artística, Alejandra decidió suicidarse a los 36 años: ingirió 50 pastillas de Seconal y así le dijo adiós a la escritura, a los amigos y a la vida.
En su recamara se encontraron los últimos versos de la poeta:
no quiero ir
nada más
que hasta el fondo
Han pasado décadas desde aquellas tristes palabras. Por eso, es necesario recordar su obra con los siguientes cinco poemas:
Extraño desacostumbrarme
Extraño desacostumbrarme
de la hora en que nací.
Extraño no ejercer más
oficio de recién llegada.
La última inocencia
Partir
en cuerpo y alma
partir.
Partir
deshacerse de las miradas
piedras opresoras
que duermen en la garganta.
He de partir
no más inercia bajo el sol
no más sangre anonadada
no más formar fila para morir.
He de partir
Pero arremete, ¡viajera!
La palabra que sana
Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.
El miedo
En el eco de mis muertes
aún hay miedo.
¿Sabes tú del miedo?
Sé del miedo cuando digo mi nombre.
Es el miedo,
el miedo con sombrero negro
escondiendo ratas en mi sangre,
o el miedo con labios muertos
bebiendo mis deseos.
Sí. En el eco de mis muertes
aún hay miedo.
Días contra el sueño
No querer blancos rodando
en planta movible.
No querer voces robando
semillosas arqueada aéreas.
No querer vivir mil oxígenos
nimias cruzadas al cielo.
No querer trasladar mi curva
sin encerar la hoja actual.
No querer vencer al imán
la alpargata se deshilacha.
No querer tocar abstractos
llegar a mi último pelo marrón.
No querer vencer colas blandas
los árboles sitúan las hojas.
No querer traer sin caos
portátiles vocablos.